BREVE HISTORIA DEL REAL DE MAPIMÍ, DURANGO
Daniela Andrade Gaxiola/José Manuel
López Olivas
INTRODUCCIÓN
El Bolsón de Mapimí se ubica en los
territorios limítrofes de Coahuila, Chihuahua y Durango. Se trata de una
extensa depresión desértica –producto de la desecación de un antiguo brazo de
mar–, bordeada por escarpadas serranías, tales como el Rosario, la Muerte,
Banderas, Jimulco, Parras y Sierra Mojada. En dichas estribaciones nacen los
ríos Florido, Conchos, Aguanaval y sobre todo el río Nazas –llamado en otro
tiempo “el Nilo mexicano”– cuyas crecidas y derivaciones forman arroyos,
lagunas y oasis de carácter estacional, en torno de los cuales se extienden
hermosos jardines de cactáceas. Destaca una flora endémica conformada por
ocotillos, nopales violáceos, agave de sotol, guayule, lechuguilla, candelilla
y distintas tonalidades de algodón silvestre. Mientras que entre la fauna local
–única en su tipo debido a sus reminiscencias prehistóricas–, se encuentran la
tortuga de Mapimí y diversos protozooarios que habitan en sus lagunas, palomas
que cantan al amanecer, gavilanes, guajolotes silvestres, venados, liebres,
víboras de cascabel y alacranes. Por último, sobre la superficie del Bolsón se
extienden grandes salinas y depósitos de fósiles marinos. Mientras que en el
subsuelo, existen abundantes yacimientos minerales de plomo, plata, zinc,
arsénico, hierro, azufre e incluso petróleo.[1]
1. El Bolsón de
Mapimí. Fuente: México Desconocido
I. ANTIGÜEDAD Y PERIODO COLONIAL
La presencia humana en Mapimí se
remonta diez mil años antes de nuestra era, en el sitio del “valle de las
piedras encimadas”, cuyos textiles y cerámicas representan una de las primeras
manifestaciones de desarrollo cultural en México.[2]
Sin embargo, fue en el periodo Arcaico Tardío (5000-2000 aC), cuando se inició
el desarrollo de las tribus que poblaron las márgenes del río Nazas hasta el
último cuarto del siglo XIX: tobosos, cocoyomes, conchos, irritilas, cabezas,
laguneros, etc. Entre las principales formas de expresión artística de estas
poblaciones, destacan los petroglifos y las pinturas rupestres que abundan en
la Sierra del Rosario y El Sarnoso.
2. Petroglifos y
pinturas rupestres en el Cerro de la India. Fuente: Colección Particular.
Los pueblos indígenas de La Laguna
eran familias extensas organizadas en “bandas” que luego formaron
“macrotribus”, las cuales trabaron diferentes alianzas entre sí hasta que en
los albores del Posclásico se aglutinaron en torno a la confederación de las
“Siete Naciones del Nazas”. Forma de organización política que prevaleció hasta
bien entrado el periodo independiente mexicano.[3]
En general, estos pueblos solían realizar migraciones de carácter estacional
alrededor del Nazas, sus afluentes y lagunas; mientras que entre sus
principales actividades se encontraban la caza y la pesca, así como la
recolección y la agricultura estacional, la producción de tejidos de algodón,
cera, lechuguilla y otras fibras procedentes del agave de sotol. Por otra
parte, es importante destacar que los grupos indígenas regionales solían convivir
con inmigrantes zacatecos, xiximes, tepehuanes, rarámuris y de habla cahíta en
general, originarios del noroccidente del país. Además, cada luna mexicana –alrededor del 27 de septiembre–, diversos
grupos apaches y comanches procedentes de la región de “las cuatro esquinas” –en
el Cañón del Colorado–, realizaban migraciones hacia el sur instalando
campamentos temporales en el Bolsón de Mapimí, mediante acuerdos con las tribus
locales o bien a través de la guerra, que como la propia migración poseía
tintes rituales.
Concretamente, los Tobosos tenían
establecido su centro político-religioso alrededor del cerro del Mapeme o “piedra elevada” (de donde toma
su denominación la población de Mapimí). Grupo étnico que se caracterizaba por
su aislamiento y ferocidad, así como por su capacidad para recorrer largas
jornadas sin consumir alimentos ni agua, por lo cual eran respetados en tiempos
de paz y muy temidos durante la guerra.[4]
Por otra parte, en términos de su cosmovisión y costumbres religiosas, parecían
compartir las prácticas de incineración ritual características de las culturas
originarias del Gran Desierto y asimismo, le atribuían
propiedades mágicas a las cenizas de los
muertos:
…Cogio la
enfermedad, entre otros, a un indio principal –relataba uno de los primeros
evangelizadores-, los suyos para librarle se quisieron valer de otro abuso que
usaba en su gentilidad, de matar y sacrificar a un niño que antes hubiese
nacido. Vinieron a la madre con cueros de venado, jícaras, tecomates, sartas de
cuentas y huesos de que ellos usan, para rescatar o comprar la creatura que
querían sacrificar. Entendiendo la madre a lo que venían, e intento que traían,
se traspuso con su hijo de noche, tres leguas del pueblo. Fueron de mano armada
los bárbaros gentiles a buscarla y hallando resistencia en deudos de la madre y
el hijo, vinieron a las manos, flechándose de una y otra parte. Mientras duró
la refriega, se traspuso la pobre y afligida madre con su hijo a Mapimí, y
viéndose burlados los enemigos y no parando su bárbaro furor, pusieron fuego a
una chozuela donde estaba un enfermo viejo, deudo del niño, y quemándolo ahí
vivo, esparcieron sus cenizas por el aire, con que decía no pasaría adelante la
enfermedad.[5]
La colonización europea sobre los
desiertos centrales del norte de México se inició a fines del siglo XVI y fue encabezada
por el Padre Juan Agustín de Espinoza, así como por el Capitán Antón Martín
Zapata, quienes fundaron las misiones de Cuencamé, Parras, San Juan de Casta,
Santiago de Mapimí y Santa Bárbara de Conchos. Del Padre Juan Agustín de
Espinoza se decía que era originario de Pamplona, España; sin embargo nació en
Real de Minas de Zacatecas en el año de 1567. Por lo que respecta a Antón Martín
Zapata, resulta que los fundadores de Santa María de Parras fueron
principalmente caciques indígenas, entre los que se encontraba el cacique
irritila cristianizado Antón Martín, quien adquirió preponderancia sobre los
demás precisamente porque Parras fue fundado sobre el territorio de su tribu.[6] Así
las cosas, Espinoza y Martín fundaron la Misión de Santiago de Mapimí el 25 de
julio de 1598 –día de la fiesta de
Santiago El Mayor–, mediante una misa que se celebró en el lugar que actualmente
ocupa el templo católico, acompañados por más de ochenta familias, tanto
españolas como tlaxcaltecas, además de un grupo de indígenas de Tepehuanes que
eran llamados “negritos”.[7]
Desde mediados del siglo XVII, la
Corona Española adjudicó la mayor parte de los territorios del Bolsón de Mapimí
al Marquesado de Aguayo, el cual se convirtió en el latifundio más extenso del
septentrión novohispano, comprendiendo parte importante de los actuales estados
de Zacatecas, Durango, Coahuila y Chihuahua. Asimismo, el Ayuntamiento de
Mapimí fue erigido como capital política del Bolsón –último
puesto de avanzada para la conquista de las tribus nómadas al norte de la Nueva
España–, condición que se vio favorecida por la primera bonanza de plata en las
minas de La Ojuela. Sin
embargo, el hecho de que los colonizadores se establecieron al pie del cerro
del Mapeme –en contra de la voluntad
de los tobosos–, y sobre todo, debido
a la concentración de los cauces de agua y la generalización de las “cacerías
de esclavos” (lo que implicaba la imposición de trabajos forzados en las
minas), la Villa
de Mapimí se convirtió en uno de los principales escenarios de la “guerra
apache” que asoló el Gran Desierto durante el periodo colonial.
Por esta razón, la población de Santiago de Mapimí fue arrasada por los grupos
indígenas del Bolsón cuando menos en cinco ocasiones durante el Virreinato.[8]
Al respecto, el predominio ejercido
por las tribus indígenas sobre las poblaciones españolas durante el cambio de
siglo XVII-XVIII, se encuentra representado en la figura de Don Diego Valdés el
“Atila de Mapimí”, caudillo indígena que acompañado por Pablo Muñoz, alias “El
Negrillo” y Nicolás, alias “El Carretero”, se hacía llamar “Capitán General de
las Naciones de Oriente”:
Afirma el testigo Diego
Cortinas que en el año de 1713 dicho don Diego convocó al capitán de la nación
de los Tripas Blancas, alias "El Ronquillo" y a sus secuaces y a
otras muchas naciones, y destruyeron la misión de Nadadores (Coahuila) y
pasaron a la Misión de San Buenaventura e hicieron lo mismo; y luego cercó esta villa (de Monclova) por las cuatro
partes, hicieron muchas muertes, destruyeron todos los ganados mayores y todas
las manadas, e incluso llegaron hasta poner fuego a las casas. Continúa el
declarante diciendo que la villa del Saltillo la tenían asolada y prácticamente
sin bienes. Al Nuevo Reino de León lo tenían destruido de caballadas, ganados y
pastores muertos. Fue también Don Diego quien planeó y ejecutó la muerte del
capitán de Mapimí y soldados que iban en su compañía. Luego retó al General Alonso
de León para batalla, y corrió sangre de todos los arroyos del Cerro de Mercado
(Durango).Fueron tantos los intereses afectados, que en el año de 1714 el
Virrey Duque de Linares envió despacho a la Provincia de Coahuila y a la Nueva
Vizcaya para que se le remitiese al dicho don Diego vivo o muerto, poniendo
precio a su cabeza. Cortinas termina su declaración afirmando lapidariamente
que don Diego es el mayor capitán que se
ha visto en las Indias desde Moctezuma. Otro dato interesante es que tenía
inutilizadas las manos, probablemente debido a un escarmiento de los españoles.
Sin embargo, le manda decir a sus enemigos que aunque ahora no le sirvan las manos, con la lengua le basta para
ejecutar sus maldades y que solo con
su voz y nombre tiene sujetas a todas las naciones bárbaras de estas provincias.[9]
De la misma época, proceden las
leyendas tejidas en torno a los orígenes del Señor de Mapimí, donde además se
trasluce el carácter socio-religioso de las reivindicaciones indígenas en la
región del Bolsón durante el siglo XVIII: “el jueves Santo del año 1715 –a
decir del cronista Anacleto Hernández–, un nutrido grupo de cristianos caminaba
en procesión por las calles del Real de Minas de Santiago de Mapimí, con la
imagen del señor de Mapimí, el cual adoraban y era la devoción de los mineros.
La Marcha fue suspendida por un grupo de indios cocoyomes y tobosos que
intempestivamente cayó sobre ellos matando a más de 300. Los portadores del
Santo Cristo lograron ponerse a salvo, a pesar de que uno de los objetivos de
los indígenas era destruir la imagen”. En 1791, un grupo de “soldados
escolteros” encontraron al Señor de Mapimí en el Cañón de Jimulco “donde lo
visitaba una india con el fin de venerarlo”. “El mismo piquete “trasladó la
imagen milagrosa a la Parroquia del Real de San Antonio de Cuencamé”, porque el
templo de Mapimí había sido destruido. Finalmente, de acuerdo a las consejas
populares, cuando pasado el tiempo se pretendió restituir la imagen a su sitio
original “el carro de mulas no se pudo mover”, por lo que hasta la fecha, el
Señor de Mapimí permanece en Cuencamé de Ceniceros.[10]
3.
Imagen y devoción del Señor de Mapimí. Fuente: Colección Particular.
Más allá de la precaria bonanza minera
durante la segunda mitad del siglo XVII, el primer desarrollo manufacturero del
que se tiene registro en Mapimí fue impulsado en el periodo de las reformas
borbónicas, a partir de una serie de acuerdos de paz entre el Virreinato de la
Nueva España y la “Confederación de las Siete Naciones del Nazas”. Lo que favoreció
el aumento de la producción de plata en las minas de La Ojuela , el establecimiento
de plantaciones de algodón y los primeros obrajes textiles en las riberas del arroyo
de Santa Rita, como también se iniciaron los trabajos en la “ferrería” de Hornillas –colindante a la
sierra de La Muerte–, para la fundición de plomo y cobre. Desafortunadamente,
los prolegómenos de la primera revolución industrial fueron sofocados por el
estallido de la Revolución
de Independencia.
Como consecuencia de la derrota del Puente de Calderón, en enero de 1811
las fuerzas insurgentes encabezadas por Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo
tomaron la ruta de Saltillo donde en el mes de febrero se reunieron con las
fuerzas de Mariano Jiménez, Mariano Balleza, Ignacio Camargo, etc. Serían las
nueve de la mañana del 21 de marzo, cuando “como si fuera maldición, el líquido
de la Noria de la Punta del Espinazo se encontraba seca, no quedándoles a los
insurgentes otra alternativa que ir a las Norias de Acatita de Baján”, de forma
que al llegar a la Loma
de “Los Tontos” –conocida como Loma de “El
Prendimiento”–, fueron tomados presos por un grupo de soldados
realistas al mando del Crnl. Manuel Salcedo, gobernador de Texas.[11] En Parras de la Fuente, los
prisioneros eclesiásticos –excepto Hidalgo–, fueron destinados a
Durango, mientras que los reos militares, se dirigieron a la ciudad de
Chihuahua. Así, Hidalgo y sus compañeros arribaron al Real de Mapimí el 9 de
abril de 1811 a las 20:00 horas, quedando internados en el Cuartel de Dragones.
Sin embargo “...el plébano de la
localidad así como las religiosas del cenobio hicieron la sugerencia, casi
ruego, para que, de acuerdo a su investidura religiosa, se le permitiera
pernoctar como un ser humano y tomar sus alimentos en el cenobio” (actualmente
el “curato antiguo”). De aquellos aciagos días, testimonios
contemporáneos afirman que el Padre de la Patria plasmó en las paredes de su
celda un triste verso que entre otras lamentaciones rezaba “Por mi religión la
vida, por la patria mi cabeza…” [12]
Finalmente, el 18 de abril los
prisioneros fueron sacados de Mapimí para seguir adelante su travesía, pasando
La Cadena, Pelayo, El Derrame, Río Florido, Huejuquilla ―hoy Jiménez―, Santa
Rita, Bachimba y finalmente arribaron a la Villa de Chihuahua, donde fueron sometidos a
proceso y ejecutados en diferentes episodios durante el verano de 1811.
II. EL CORTO SIGLO XIX
La reorganización política del país
derivada de la
Constitución de 1824 conllevó al desmembramiento de la Nueva Vizcaya y la
erección de diversos estados de la federación entre ellos Durango. En estas
circunstancias, la cabecera del Partido de Mapimí que hasta entonces se ubicaba
en Cinco Señores, –hoy Nazas–, fue trasladada hacia la Villa de Mapimí comprendiendo su jurisdicción los
territorios del Bolsón correspondientes a Durango, entre otros, Indé, San Luis
del Cordero, San Pedro del Gallo y Nazas. Durante el mismo periodo, se inició
el desplazamiento de la nobleza colonial, considerando que los acreedores de
Aguayo se posesionaron de más de la mitad de sus propiedades, “las cuales
fueron subastadas por la casa financiera británica Baring Brothers y adquiridas
por la familia Sánchez Navarro de Coahuila, que de esa manera quedó como
propietaria de la Hacienda
de San Lorenzo de La Laguna”. Al mismo tiempo, Juan Nepomuceno Flores Alcalde
–administrador de los latifundios de Aguayo en Durango–, adquirió las haciendas
de Ramos, San Juan de Casta, Avilés y San Fernando.[13] Por último, como consecuencia de la expulsión de
españoles durante el primer lustro de 1820, la mayor parte de los algodonales,
obrajes, minas y ferrerías establecidas en Mapimí durante el periodo borbónico,
entraron en decadencia y/o quedaron abandonados. Coyuntura que las principales
familias locales –encabezadas por el Jefe Municipal Carmen González–, aprovecharon para adjudicarse mediante “denuncio”, de
manera que contando con algunos empréstitos europeos se embarcaron en la
rehabilitación de las actividades comerciales, mineras y manufactureras en el
Real de Mapimí al iniciarse la década de 1830.
En 1836 inicio operaciones el
establecimiento con telares mecánicos movidos a vapor denominado “La Confianza ”, propiedad de
la familia Urruticoechea, que constituye una de las fábricas textiles más
antiguas en el Estado de Durango e incluso del país. Y aunado a lo anterior, se
desarrollaron grandes plantaciones inclusive una “manufactura de tabacos”, la
cual se encontraba bajo la administración del Sr. Yroque, Alcalde del
Ayuntamiento. Además, las haciendas de Güichapa y El Casco –pertenecientes a la
familia Cigarroa– se transformaron en las principales abastecedoras de trigo y
carne de res a nivel regional, alimentos que junto con otros abarrotes,
mercerías y enseres domésticos, eran movilizados a través de las rutas de
arriería en el Bolsón que también dicha familia controlaba. Por otra parte, en
relación con el desarrollo de la minería, existen alusiones sobre la asociación
de la familia Urruticoechea y ciertos capitales británicos en diversos trabajos
de rehabilitación de las minas de La
Ojuela y la fundición de Hornillas. Finalmente, se encuentran
registros sobre los trabajos desarrollados en las minas de azufre de la Sierra de Banderas y que se
encontraban administradas por el Sr. Ygnacio Saracho (primer regidor del
Cabildo).[14]
5. Templo de Mapimí y Ferrería en Hacienda del Agua. Fuente:
Cuatro Monografías de Durango.
Desafortunadamente,
el
resurgimiento de las actividades económicas en torno a la Villa de Mapimí durante el
periodo de la República Central, fue interrumpido como consecuencia de la grave
crisis social que envolvió la región del Gran
Desierto durante la década de 1840. Habida cuenta, la colonización
anglófona sobre las fronteras septentrionales mexicanas provocó importantes
desplazamientos de población indígena hacia el sur, lo que incidió sobre el
aumento de las correrías apaches allende el río Bravo; grupos que
hicieron del carácter inhóspito del Bolsón de Mapimí uno de sus principales
subterfugios. Por otra parte, la concentración de tierras y aguas en torno a
las haciendas de Sánchez Navarro y Flores trajo como consecuencia grandes
hambrunas entre los grupos indígenas del Nazas, lo que generó el reavivamiento
de las llamadas “correrías del toboso”. En estas circunstancias –debido a la
invasión de los apaches y la insurrección de los tobosos–, el Partido de Mapimí
se transformó en una de las principales trincheras mexicanas en contra de la
resistencia indígena del Gran Desierto,
a cuyo cubierto quedó la invasión norteamericana. Desde esta perspectiva se
comprende que en 1839 –al tiempo de la
Independencia de Texas–, y en torno al Cuartel de Pelayo, se iniciara la
organización de las “compañías voluntarias de patriotas y policías” para
establecer una “línea de 500 colonias militares encadenadas entre los estados
fronterizos”, no tanto para contener las incursiones norteamericanas, sino
sobre todo para “contrarrestar la invasión de los salvajes”. Incluso, durante la Guerra México-Estados
Unidos (1846-1848) fue creada una Junta de Guerra encabezada por el Gobernador
Marcelino Castañeda, Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Francisco Gurza, Basilio
Mendarózqueta, Rafael Peña y Juan del Palacio, cuyo principal propósito fue el
combate de los “indios bárbaros”, quedando en segunda instancia la “persecución
de los filibusteros estadounidenses”.[15]
Finalmente, como resultado de una década de guerra civil, al promediar el siglo
XIX, la mayor parte de las poblaciones en el Bolsón de Mapimí se encontraban
reducidas a escombros:
…
del Gallo a Mapimí –comentaba un viajero inglés–, hay un camino a través de la campiña más
agreste, completamente desierta, con grandes sierras que rodean la planicie
cubierta de mezquite. Un poco más allá del camino está la Hacienda de La Cadena , una solitaria
plantación instalada en una lúgubre planicie que es constantemente atacada por
los indios. El Real de Mapimí, se encuentra al pié de una montaña llamada del
Bolsón, mientras que el pueblo no es más que una colección de casas de adobe, y
con la excepción de una fábrica de algodón, no hay ninguna clase de comercio.
La población, que varía entre dos y tres mil, vive también constantemente
aterrorizada por los ataques de los indios que suelen llegar al pueblo para
llevarse las mulas y las magras provisiones. Y si bien es cierto que las
sierras son ricas en metales preciosos, quizá por su cercanía a la frontera
indígena nunca han sido debidamente explotadas, incluso cuando la mina que
linda con el pueblo y la hacienda de beneficio pertenecen a un habitante de
Mapimí, quien, sin capital, ni maquinaria, obtiene considerables ingresos con
el primitivo método que emplea para
producir oro, plata, plomo y azufre de la misma sierra.[16]
Tras la segregación de más de la mitad
del territorio nacional y frente a la prolongación de la “guerra apache”,
durante la década de 1850 los medios gubernamentales mexicanos se propusieron
la refundación del norte del país, mediante la emisión de una serie de leyes,
decretos y bandos orientados a contener los afanes expansionistas
norteamericanos y al mismo tiempo para terminar en definitiva con el “problema
indígena”. En este sentido, a partir de 1849 en Durango se inició el
levantamiento de padrones para
conocer el número exacto de mexicanos y extranjeros, así como la distribución
de la propiedad rústica y urbana, como también las características de los
establecimientos comerciales y manufactureros. Simultáneamente, las autoridades
gubernamentales –de la misma forma que sus contrapartes en Chihuahua y Coahuila–,
emprendieron una campaña de exterminio en contra de las tribus nativas a través
de las llamadas “contratas de sangre”, llegando a ofrecer hasta cien pesos “por
cada indio muerto” y el doble “por cada prisionero de guerra o india mayor de
15 años”, lo que permitió reducir en una tercera parte la ya de por sí mermada
población indígena en el centro-norte de México.[17]
Simultáneamente, en los últimos años
de 1840 sobrevino la bancarrota de la familia Sánchez Navarro –principales
latifundistas en el Bolsón–, a la que siguió el desmembramiento de la hacienda
de San Lorenzo de La Laguna, a favor de los prestamistas españoles Leonardo
Zuloaga (hasta entonces avecindado en Saltillo) y Juan Ignacio Jiménez
(procedente de Parras). En estas circunstancias, desde 1851 se inició la
construcción de las obras de infraestructura requeridas para el desarrollo del
cultivo de algodón a gran escala, aparentemente, mediante la contratación de
empréstitos británicos, franceses, españoles y prusianos. De ahí que Ignacio
Jiménez promovió la construcción de la
Presa de Calabazas, Leonardo Zuloaga encabezó los trabajos de
la Presa del
Carrizal y Juan N. Flores edificó la presa de San Fernando. Inicialmente, la
distribución de las aguas del Nazas generó conflictos entre el latifundismo
regional e incluso entre los gobiernos de Coahuila y Durango, problemas que sin
embargo, lograron solventarse mediante la suscripción de “un convenio sobre el
uso equitativo de agua entre los propietarios”. Por último, la familia Flores
impulsó la rehabilitación de la industria textil mediante el cultivo del
algodón en la Hacienda de La Zarca y el establecimiento de las fábricas de
hilados y tejidos la Concepción y Guadalupe. [18]
Habida cuenta, la rehabilitación de
las actividades productivas y la “privatización” del agua para uso agrícola,
así como la acelerada expansión de las haciendas a costa de los pueblos y
rancherías, desencadenaron la organización de un movimiento de resistencia
popular denominado los “soldados del pueblo”. Cuyas principales demandas no
sólo incluían la restitución de tierras, el acceso equitativo a los acuíferos y
mejores condiciones laborales, sino que también se apelaba a cuestiones de
índole política, según se desprende de los informes presentados acerca de los
“desórdenes” registrados en la
Villa de Mapimí y sus alrededores al mismo tiempo que
estallaba la Revolución
de Ayutla:
En el año de 1858 desde la
subprefectura de Nazas se informaba que 150 hombres capitaneados por Anacleto
Morales habían tomado la hacienda de Santa Rosa, propiedad de Juan Ignacio
Jiménez. Después de tomar caballos, sillas de montar, armas y dinero, saquearon
también las haciendas de Avilés, la Goma y la Labor del Refugio, pertenecientes
al gran hacendado Juan N. Flores. Luego en 1861 las mismas fuerzas tomaron Mapimí en donde causando
bastantes males a aquellos habitantes, destituyeron las legítimas autoridades y
al jefe político Iroque e hicieron que se reuniera una junta del pueblo para
nombrar otras popularmente, resultando electo para jefe político D. Ignacio
Saracho. Además, de acuerdo con los testimonios recordados por el Juez de 1°
instancia de Mapimí, en 1862 el levantamiento ya involucraba a la gente de
ambos lados de la frontera [del Nazas], ya que el Juez de San Sebastián daba
noticia de que los inconformes de Matadoras [Matamoros], encabezados por (González)
Herrera, se habían presentado en el terreno de Zuloaga “repartiéndolo a todos”.[19]
Para responder a las demandas del movimiento
campesino en el oriente de Durango, a fines de 1861 y bajo la gubernatura de
Juan de Dios Palacio se dispuso la afectación de los principales latifundistas
de la región, lo que conllevó el establecimiento de la municipalidad de
Zaragoza del Tlahualilo, en lo que fueran terrenos de Hacienda de Avilés,
propiedad de Juan Nepomuceno Flores. Mientras que a costa de la Hacienda de Santa Rosa,
propiedad de Ignacio Jiménez, fue creada la municipalidad de Juárez, Durango.
Indudablemente, esto favoreció la pacificación del área de influencia de la Villa de Mapimí, incluso en
el momento que estallaba la
Guerra de Secesión en los Estados Unidos y la Intervención Francesa
en México.[20]
Como se sabe, tras la derrota de los
ejércitos de La Reforma en el puerto de Veracruz, el gobierno liberal se
propuso trasladar su centro de operaciones a Paso del Norte. En su trayecto, el
Lic. Benito Juárez arribó a la región lagunera, donde bajo el amparo de los
“soldados del pueblo” encabezados por Jesús González Herrera, los hombres del
Puerto de Peña le formaron escolta personal, para conducir al gobierno hasta la
frontera con los Estados Unidos. Tras una breve estancia en El Gatuño –hoy
Congregación Hidalgo–, el Presidente Juárez partió a la Hacienda de Santa Rosa
(Gómez Palacio), y luego se dirigió a la Villa de Mapimí donde llegó el 7 de
septiembre de 1864. Desde su arribo a la Comarca, el movimiento agrario
lagunero inició gestiones para solicitar el reparto de los latifundios de
Zuloaga, con quien veían sosteniendo graves enfrentamientos. De manera tal que
aprovechando la estancia del Presidente Juárez en Mapimí determinaron formar
una “comisión” encabezada por el señor Darío López Orduña –yerno de Juan de la
Cruz Borrego patriarca de La Soledad–, a través de lo cual, se gestionó la
erección de las villas de Libres de Matamoros y San Pedro de las Colonias, así
como también se iniciaron los trámites para la dotación de tierras que
desembocaron en la conformación de sus respectivos “egidos”. En este sentido, el
decreto de erección de la Villa de Matamoros fue promulgado el 8 de septiembre
de 1864 en la Villa de Mapimí, justamente en la casa del Jefe Municipal Joaquín
Genaro González Aranda –persona de ideas liberales– y donde actualmente se
encuentra ubicado el Museo-Casa Benito Juárez e Historia de Mapimí y La Ojuela.[21]
6. Casa de Joaquín González donde
pernoctó el Presidente Juárez. Fuente: Colección Particular
Es importante destacar que los
repartos agrarios en la Laguna durante el primer lustro de 1860, no solo
favorecieron las posiciones del partido liberal en el centro-norte del país
mediante la creación de una compleja red de colonias militares sobre los desiertos
del Bolsón, sino que también se dio pié
a la conformación de una base de comunidades agrarias y pequeños propietarios,
las cuales coadyuvaron de manera fundamental al despegue de la industria textil
en la Comarca. En otras palabras, la parálisis de los algodonales en el suroeste
norteamericano durante la
Guerra de Secesión y luego la afectación de las textileras de
la región de Puebla-Veracruz con motivo de la Intervención
Francesa , favorecieron los intereses de los grandes
propietarios del Nazas, ya que en esta coyuntura se amplió considerablemente su
intervención en el mercado nacional e incluso se registraron sus primeras
incursiones en los mercados internacionales. De modo tal que la posibilidad de
responder al aumento en la demanda de la fibra, dependió fundamentalmente de la
incorporación del campesinado regional como arrendatarios de las grandes
haciendas algodoneras; lo que asociado al incremento de la producción en las
comunidades agrícolas de Zaragoza, Juárez, San Pedro y Matamoros terminó
confluyendo en la gran bonanza del segundo lustro de 1860. E incluso, cuando en
el periodo 1865-67 los ejércitos del Segundo Imperio desplazaron al gobierno
liberal de Juan de Dios Palacio para establecer el Gobierno Departamental de
Durango, lo cierto es que los principales hacendados del Nazas quedaron a cargo
de la nueva administración estatal, siendo así que en este periodo se registró
un considerable aumento de la inversión foránea –francesa, prusiana, irlandesa
y española–, capitales que se dirigieron de manera prioritaria hacia la
mecanización de los telares, por lo cual mediante dicha política quedó sellado
el ciclo virtuoso del despegue de la industria textil en La Laguna.[22]
¿Como se explica entonces la crisis
experimentada en la década de 1870? En principio habría que considerar que la restauración
de la República
a partir de 1867 significó el desplazamiento de Zuloaga, Flores y Jiménez de
los poderes regionales, a lo que siguió la elección de Francisco Gómez Palacio
como gobernador de Durango. De manera inmediata, esto obstruyó el flujo de los
capitales europeos que alimentaban el desarrollo industrial de la Comarca. Por
otra parte, los conflictos en torno a la reelección de Juárez así como el
empoderamiento del grupo vinculado a Lerdo de Tejada, detonaron los
enfrentamientos al interior de las huestes liberales en la Laguna, lo que
impactó negativamente sobre la producción de algodón. Así las cosas, en medio
de un clima de violencia generalizada, los grandes propietarios se vieron
imposibilitados para cubrir los empréstitos contraídos la década anterior e
incluso perdieron algunas de sus propiedades a favor de los “agiotistas
extranjeros”. Mientras que por otra parte, las condiciones productivas y laborales
establecidas por los nuevos propietarios se combinaron con los efectos
negativos de la crisis económica internacional en 1876, hasta el grado de
provocar el estallido de la insurrección popular.[23]
Desde esta perspectiva, se explica que en el contexto lagunero y
particularmente en el caso del Partido de Mapimí, el movimiento de oposición al
lerdismo estuviera conformado por una coalición de clases aglutinada en torno a
los exintegrantes del gobierno departamental de Durango –los grandes
terratenientes Zuloaga, Flores y Jiménez–, junto con los reductos del
movimiento de los “soldados del pueblo” (vanguardia del movimiento agrario
regional). Grupos que secundaron tanto la “revuelta de La Noria” como la “revolución
de Tuxtepec”, lo que eventualmente desembocó en la toma del gobierno de Durango
por parte del Gral. Juan Manuel Flores Ceniceros, al mismo tiempo que el Gral.
Porfirio Díaz tomaba posesión de la presidencia de la República.
III. LA DICTADURA PORFIRISTA Y EL PROCESO DE
INDUSTRIALIZACIÓN
Los
principales caudillos de los “soldados del pueblo” –entre ellos Jesús González
Herrera–, perdieron la vida durante la “revolución de Tuxtepec”. Sumado a lo
anterior, durante la primera gubernatura del Gral. Juan Manuel Flores
(1876-1880), tendieron a privilegiarse los intereses del latifundismo. En estas
circunstancias, la prórroga de los periodos gubernamentales que
constitucionalmente concluían en 1879, la “suspensión de garantías” en el país,
así como la imposición de la candidatura presidencial del Gral. Manuel
González, desencadenaron el estallido del “movimiento antirreeleccionista”,
encabezado por “El Directorio” al mando del Gral. Miguel Negrete bajo el Plan
de Monte Alto, Estado de México. En Durango, dicha rebelión estuvo acaudillada
por el Jefe Político de Papasquiaro –Jesús Valdespino–, cuyo principal objetivo
era restablecer el orden constitucional; lo que implicaba la celebración
de elecciones universales y el reparto
de tierras “ociosas”. Por otra parte, a
raíz de la disolución del Colegio Electoral de Mapimí (a instancias del
gobierno del Estado), el jefe municipal Catarino Navarro, Ignacio Saracho y Antonio
Urruticoechea –entre otros integrantes de las élites locales–, junto con los
últimos reductos de los “soldados del pueblo” encabezados por Miguel Sánchez,
se sumaron a las protestas e incluso a la rebelión en contra del “tuxtepecanismo”.[24] Lo
cierto es que durante la presidencia del Gral. González (1880-84), una intensa
política de cooptación entre las élites disidentes redujo la magnitud de las
insurrecciones antiporfirista. Sin embargo, para 1884 y en vísperas de la
primera reelección no sucesiva de Porfirio Díaz, las huestes de la “tradición
republicana y del buen gobierno” volvieron a soliviantarse –principalmente en
Zacatecas, Nayarit y Sinaloa–, esta vez bajo la dirección de Trinidad García de
La Cadena y Heraclio Bernal. Finalmente, la dispersión del Ejército Regenerador
de la Sierra Madre durante el proceso electoral de 1888, trajo entre otras
consecuencias que el Estado de Durango se convirtiera en uno de los últimos
reductos de la oposición al porfirismo en el norte de México. Por una parte, Ignacio
Parra y sus “dorados” –uno
de los principales lugartenientes de Bernal–,
se convirtieron en el principal “azote de los ricos” en la Comarca Lagunera;
aparentemente, bajo la protección de la familia Saracho en Mapimí. Por otra
parte, la población de las rancherías endureció la resistencia en contra de la
imposición de la dictadura porfirista, como en el caso de las “gavillas”
encabezadas por Francisco Antonio y Ramón Escobar, entre otros.[25]
Considerando
las circunstancias, en 1884 los presidentes Grover Cleveland y Porfirio Díaz
acordaron el “libre paso de tropas por la frontera común” para efectos de
acabar conjuntamente con el problema de la Guerra Apache. Por otra parte, en
1886 el gobierno de México promulgó una serie de leyes y bandos que permitían a
las fuerzas del orden la ejecución ipso
facto de los “bandoleros”
sorprendidos in fraganti o que pretendieran evadirse (la llamada “ley fuga”).
Aunado a lo anterior, los grandes latifundistas y las compañías foráneas fueron
autorizados para sostener “guardias privadas” con el propósito de garantizar el
resguardo de sus propiedades.[26] Derivado
de la nueva política de seguridad nacional en el norte del país, para 1888 el
gobierno de Durango declaró definitivamente liquidado el “problema indígena” en
el Bolsón de Mapimí, lo que implicaba la extinción de las Siete Naciones del
Nazas. No obstante lo cual, puede suponerse que tobosos, cocoyomes y conchos
fueron “consumidos en las hogueras de la civilización”; o bien, tendieron a ser
invisibilizados y experimentaron un
proceso de “proletarización”, incorporándose como peones en la construcción de
las obras de infraestructura requeridas por el despegue capitalista de la
Laguna o bien como servidumbre en los
suburbios de la nueva burguesía, como en el caso de las mujeres y los niños.[27]
Por otra parte, el movimiento agrario del Nazas fue arrasado violentamente
durante el periodo 1885-1895, mediante una estrecha colaboración entre las
fuerzas del resguardo militar, la acordada y las guardias privadas. Esto permitió que la colonia agrícola de Zaragoza
fuera absorbida por la Compañía Agrícola Industrial Colonizadora y Limitada de
Tlahualilo, al mismo tiempo que Juárez, Durango, se incorporó al proceso de
urbanización en Ciudad Lerdo. Finalmente, la mayor parte de las poblaciones
campesinas en el Alto Nazas, tendieron a incorporarse en los nuevos enclaves de
agroexportación (las haciendas porfiristas), en la forma de “sociedades de
arrendatarios”, “contratistas de brazos”, a través de la conformación de los
gremios de “arrieros” y “carreros” o mediante la organización de los peones y
vaqueros en torno a los caporales de las haciendas.[28]
Liquidada la
“cuestión indígena” y abatido el “problema del bandolerismo”, se iniciaron las
gestiones para el tendido de los ferrocarriles Central e Internacional entre
México y los Estados Unidos. De primera intención, los empresarios ferroviarios
solicitaron al gobierno de Durango $50,000.00 pesos como subsidio para
atravesar los rieles por capital del Estado y la región de los Valles. Sin
embargo, el gobernador Francisco Gómez Palacio se rehusó a dicha solicitud,
argumentando que un tren por el desierto
“…jamás tendría ni pasajeros ni efectos que conducir…” Pese a todo, en mayo
de 1883 el gobierno federal
aprobó las modificaciones hechas al trazo original, lo que eventualmente
transformó la región del Nazas en el principal epicentro de comunicaciones en
el norte de México.[29]
Por otra parte, resulta que la negativa del gobernador Gómez Palacio para
otorgar exenciones de impuestos sobre las nuevas inversiones –que de manera natural se dirigían
a Lerdo–, provocó que dichos capitales se
establecieran en Torreón.[30] Sumado
a lo anterior, la oligarquía de Durango fue excluida del proceso de deslinde y
colonización de la región del Nazas, como consecuencia de los “privilegios
exclusivos” otorgados por el gobierno federal a favor de las élites financieras
de Monterrey, Saltillo y Chihuahua, encabezados por las familias Sada y Madero.
Además, la cúpula duranguense fue desplazada del ámbito de la industria textil
por los inversionistas franceses e
irlandeses representados por Veyán, Aymes, Prince y McMunn, así como por los
británicos y norteamericanos de la Tlahualilo Limited; grupos que se apropiaron
de las principales fábricas textiles en el Partido de Mapimí, entre otras, La
Concepción y La Confianza. Finalmente, los empresarios norteamericanos,
prusianos y españoles avecindados en Gómez Palacio (Brittingham, Katterfield,
Lavín, Luján y Cárdenas), tendieron a monopolizar el desarrollo de las
“industrias nuevas”; como en el caso de la Compañía Mexicana de Dinamita, la
Hulera Alemana y la Industrial Jabonera de La Laguna, etc.[31] En
suma: que la renuncia de Gómez Palacio a la gubernatura y el retorno al poder
del Gral. Juan Manuel Flores, se inscriben en el contexto de una creciente marginación
de la oligarquía de Durango respecto del despegue capitalista en la Comarca
Lagunera, lo que de manera inmediata provocó el desplazamiento de sus intereses
hacia el área de influencia de la Villa de Mapimí, con vistas a controlar el
mercado regional de materias primas e impulsar la rehabilitación de las
actividades minero-metalúrgicas.
7. Compañía Jabonera/Tlahualilo Limited. Fuente: Archivo
Brittingham/ Album de la Paz y del Progreso
Por lo que respecta al sector
agropecuario, el proceso de “modernización” porfirista inició con la
apropiación de los ejidos municipales y el despojo de las élites locales –principalmente de la familia Saracho–, siendo así que la mayor parte
de las tierras cultivables en la municipalidad fueron declaradas “baldías” y
luego resultaron adjudicadas mediante “denuncio”. Este fue el caso de las
haciendas de Bellavista y Lindavista, San Antonio de Vinagrillos, San Isidro
del Derrame, Pelayo y La Cadena, el Casco, La Zarca, etc.; que pasaron a
propiedad de Flores, Sisniega, Curbelo, Sáenz, Núñez, entre otros. En poco
tiempo, estas explotaciones se convirtieron en abastecedoras de materias primas
para las industrias nuevas en Gómez Palacio y en grandes productoras de
cereales y carnes para el mercado de Torreón. Además, en sus linderos se
encontraban establecidas las fábricas textiles La Confianza y La Saltillera.
Sumado a lo anterior, se desarrollaron otras haciendas algodoneras y guayuleras
de menores proporciones como El Refugio, La Loma, Trincheras, La Estrella,
Nueva España, etc., como también surgieron multitud de pequeñas propiedades,
entre las que destacan las congregaciones de Vinagrillos y El Jaralito.
Finalmente, la transformación de Mapimí en uno de los principales epicentros
comerciales en el centro-norte de México –mediante el control ejercido a nivel
local sobre las principales rutas de arriería en los desiertos del Bolsón–, confluyeron en la emergencia de
una incipiente industria de bienes de consumo: como fue el caso de la Fábrica
de Aguas Gaseosas de Juan Nicholopulos, Jesús Mesta y Pedro Moreno, la fábrica
de fideos de Patricio Woo, la “manufactura de confitería y repostería” de La
Sorpresa, etc. [32]
En relación con el desarrollo de la
minería y como resultado de la “modernización” de la legislación nacional, desde
1879 el Ing. Charles Riedt recibió permiso del gobierno federal para iniciar
exploraciones en las minas de La Ojuela y la Fundición de Hornillas
–propiedades de la familia Urruticoechea que se encontraban en deterioro–, al
mismo tiempo que el ingeniero prusiano se ocupaba en el establecimiento de la
Durango-Mapimí Mining Co., en Iowa, Estados Unidos. Por otra parte, en los
primeros años de la década de 1880, distinguidos integrantes de la oligarquía
durangueña en asociación con prominentes miembros de la alta burocracia
porfirista, conformaron la Compañía Minera de Peñoles en la Ciudad de México, empresa
que solicitó y obtuvo la adjudicación La Ojuela y Hornillas. En este contexto,
durante 1883, el Ing. Andrés Bermejillo –actuando a nombre de Peñoles–,
contrató al Ing. Riedt para iniciar los trabajos de rehabilitación del antiguo
Real de Mapimí. Simultáneamente, el Consorcio Merton, a través de su filial
británica Ladenburgh and Thalman, conformó la American Metal Company (AMC) en
Indiana, EU., así como la Compañía de Minerales y Metales en la Ciudad de
México. Desde dicha plataforma, en 1893 la AMC inició la adquisición de las
acciones de la Compañía Minera de Peñoles. De forma tal que el Ing. Carlos
Riedt, como Superintendente General de la Compañía Minera de Peñoles, emprendió
los trabajos de infraestructura requeridos por la Unidad Minero-Metalúrgica de
Mapimí.
La construcción del Ramal procedente
del Ferrocarril Central hacia Mapimí tuvo lugar entre 1896 y 1898, lo que
significó el tendido de los primeros 24 kilómetros de rieles de cremallera
construidos en el país. Procedentes de Bermejillo, los trenes arribaban a la
estación de El Cambio, donde las mercancías y los pasajeros podían dirigirse
hacia las minas de La Ojuela o bien hacia la Fundición de la Hacienda de Agua.
Para arribar a La Ojuela se construyeron tres y
medio kilómetros de vías decauville
que ascendían 319 metros
hasta donde se encontraba la Estación de La Ojuela y atravesaban el Puente
Colgante utilizado para transportar el mineral extraído de la mina Santa Rita. En
este caso, el sistema ferroviario con que contaba La Ojuela era de 3
locomotoras de vapor, 5 coches de pasajeros y 65 carros para la carga del
mineral y combustible. Por otra parte, saliendo de El Cambio también se arribaba
a la estación ubicada en la Fundición de la Hacienda de Agua. Establecimiento
que asimismo contaba con un sistema ferroviario de comunicación interna que le
permitía articular el trabajo en los diferentes departamentos, el cual contaba
con 4 locomotoras pequeñas para el servicio de patio y 84 carros góndolas de
madera.[33]
8. El “Tren Ranchero”. Fuente: The Railroad of the Compañía Peñoles.
La Fundición
de la Hacienda de Agua inició sus trabajos en 1896 y pese a que se encuentra ausente en la
historia de la industria siderúrgica nacional, podría ser considerada el
establecimiento más grande y más moderno de su tipo en el país. En sus
talleres, se obtenía poco menos de la mitad del plomo producido a nivel
nacional, así como la totalidad del zinc y arsénico obtenido en la República. En
este sentido, destaca la instalación de seis hornos eléctricos susceptibles de
producir 150 toneladas diarias de plomo, plata y zinc. Mientras que en la
planta contigua se producían alrededor de 650 toneladas mensuales de arsénico
blanco refinado. Ambos establecimientos, llegaron a albergar más de 2 mil
trabajadores y reportaban utilidades superiores al millón de pesos mensuales.
Considerando la magnitud de los trabajos, fue indispensable desarrollar un
sistema ferroviario de comunicación interna, así como también prevalecía la
mecanización en los trabajos en los talleres, los cuales eran encabezados en su
mayoría por técnicos norteamericanos. Además, en las oficinas centrales de la
Compañía, se encontraba la estación del Tren de Mapimí, una estación
telegráfica y otra telefónica. Finalmente, existió un hospital, un casino,
varios hoteles, casas de alojados, restaurantes, fondas, cientos de habitaciones
para empleados y trabajadores, “una casa de citas”, etc. Por último, es
importante mencionar que la demanda de carbón mineral para los trabajos en la
Hacienda de Agua, influyó significativamente sobre el desarrollo del Mineral de
La Agujita en Sabinas, Coahuila, también propiedad de los intereses alemanes
representados por Peñoles. [34]
9. Fundición de la Hacienda de Agua. Fuente: Primer Siglo
de Peñoles.
Por su
parte, la Compañía Minera La Ojuela y Anexas, ubicada en
las estribaciones del cerro de La India, se transformó en uno de los
principales enclaves mineros del norte de México, considerando que llegó a
albergar más de 5 mil trabajadores y además contaba con el puente suspendido de
hierro más largo de Latinoamérica. Asimismo, los tiros y contratiros tenían una
extensión superior a los 400 kilómetros y una profundidad aproximada de 40
kilómetros. En estos espacios se disponía de alumbrado eléctrico, comunicación
interna mediante “carros de cremallera” jalados por mulas, así como modernos
sistemas de ventilación y desagüe. En la superficie, se edificó una moderna
planta de trituración y ensaye. Todo lo cual producía dividendos anuales
cercanos a los 5 millones de pesos. La vida cotidiana de su población giraba en
torno al campo de beisbol y la Iglesia de la Santa Cruz de los Mineros.
Existían centenares de habitaciones para los operarios de minas, una tienda de
raya, múltiples giros comerciales, una “casa de asignación” y un “lazareto”.
Sumado a lo anterior a la sombra de las
operaciones del Mineral de La Ojuela se desarrollaron un sinnúmero de pequeñas
explotaciones, como lo fueron las compañías de San Juan, La Guijosa y Trinidad,
entre otras. Tangencialmente, la enorme demanda de explosivos en La Ojuela,
favoreció el desarrollo de la única fábrica productora de explosivos a nivel
nacional, como lo fue la Compañía Mexicana de Dinamita, propiedad de Juan Brittingham e Ignacio de la
Torre (“sobrino político” del general Díaz).[35]
10.
Mineral de La Ojuela. Fuente: Charles.C Hoke
Por último, es importante mencionar el
desarrollo de la minería de cobre en el área de influencia de la Villa de
Mapimí. Al respecto, en 1879 un ingeniero “norteamericano” de apellido Smidt –auxiliado
por cuadrillas de trabajadores asiáticos–, inició la construcción de una serie
de “caminos de piedra” hacia el antiguo Mineral de Hornillas. En ese mismo
punto pero durante el segundo lustro de 1890, la Descubridora Mining and
Smelting, invirtió “450 mil dólares en la excavación de dos tiros y niveles
bajo la superficie de la mina”, para cuya explotación también se edificó “una
moderna planta de vapor, dos malacates y un campamento”. Sumado
a lo anterior, entre 1901 y 1902 los ingenieros Bell y Semmes dirigieron la
construcción del Ramal Conejos-Descubridora, proyecto que inicialmente se
proponía llevar los “trenes mixtos” hasta Guanaceví –atravesando por Santa
María del Oro e Indé–, lo que no logró llevarse a cabo más allá de Descubridora.
Así las cosas, para 1903 dicha compañía producía 45 toneladas de mineral con un
valor aproximado de 200 mil pesos anuales. Por otra parte, el número de
empleados y operarios registrados era de 400 y “10 niños”. Finalmente, las
comunicaciones ferroviarias de Descubridora con el Ferrocarril Internacional
incentivaron el establecimiento de otras compañías mineras como “La Cobriza”,
la Compañía Minera del Progreso y la Cooper Shapley, etc.[36]
11. Descubridora
Mining and Smelting Co. Fuente: Southern Methodist University.
A la sombra del despegue de la minería
industrial, la municipalidad de Mapimí recuperó su preponderancia en el
contexto regional, considerando que entre 1895 y 1905 su población pasó de 12
mil a 25 mil habitantes. Mientras que en comparación, durante el mismo periodo,
la municipalidad de Torreón pasó de 5 mil a 35 mil pobladores. Desde esta perspectiva,
la bonanza económica experimentada en la región del Alto Nazas durante el
cambio de siglo XIX-XX, trajo entre otras consecuencias, la reorganización de
las instancias gubernamentales, así como la “modernización” de la
infraestructura urbana y los servicios públicos, lo que implicó el tendido de
redes ferroviarias, telegráficas, eléctricas y telefónicas e incluso la
utilización de automóviles. En estas circunstancias, la sociedad local se
diversificó hasta el grado de transformar al Real de Mapimí en una de las
ciudades mineras más populosas y cosmopolitas del norte de México.[37]
12. Alameda de Mapimí. Fuente: MJHMO.
En el Partido de Mapimí, prevalecía un
orden social basado en la segregación racial: por ejemplo, la “colonia
extranjera” solía reunirse en el Casino de Peñoles, mientras que las
principales familias mexicanas se aglutinaban en torno a la Sociedad
Patriótica. Este mismo esquema podía observarse al interior de los distintos
estratos sociales: tanto en las zonas habitaciones, como en las celebraciones
públicas e incluso en el cementerio. Al respecto, en la cúspide de la sociedad
local se encontraban los administradores alemanes de la Compañía Peñoles, los
principales núcleos de la oligarquía de Durango –generalmente ausentes-, los
grupos industriales de Gómez Palacio, así como los empresarios algodoneros y
guayuleros de la Villa de Mapimí. Por otra parte, las autoridades políticas –la
Jefatura Municipal y el Ayuntamiento–, eran encabezadas por las principales
familias de comerciantes locales. Por otra parte, las clases medias estaban
conformadas por el grupo de técnicos norteamericanos encargados de los talleres
minero-metalúrgicos, así como por comerciantes y prestamistas de origen
asiático. También entre los sectores medios se encontraban los empleados y pequeños
comerciantes de origen mexicano y el grupo de pequeños propietarios de minas y ranchos. Acerca
de las clases populares, en los medios rurales la forma de organización predominante
eran las “sociedades de arrendatarios”, en torno de los cuales se aglutinaban
jornaleros, bonanceros, carreros, cargadores, etc. Por otra parte, los mineros
se desempeñaban principalmente como “barreteros” y “operarios”, quienes se
encontraban organizados alrededor del grupo de los “contratistas de minas”.
En el Mineral de Mapimí, la población
masculina y femenina se encontraba relativamente compensada. Al respecto, las
mujeres que no eran amas de casa trabajaban como maestras y enfermeras o en el comercio, la servidumbre y como meretrices.
En este sentido, la “conservación de las buenas costumbres” se transformó en
uno de los principales asuntos de interés público durante el Porfiriato, por lo
cual, en los orígenes del sistema penitenciario para mujeres, se encuentra la
persecución del “clandestinaje”[38],
el adulterio y el amor libre. Sobre el trabajo infantil, sabemos que había
niños trabajando en la minería, principalmente en Descubridora; en tanto que la
población infantil trabajadora (sobre todo huérfan@s) solían ocuparse como
“mocitos” y “mandaderos” en las fábricas textiles y los establecimientos
comerciales. Finalmente, en el caso de la población de la tercera edad, no
parece que muchos hombres alcanzaran edades avanzadas y en cambio, muchas
mujeres eran señaladas como encargadas en los prostíbulos y expendios
clandestinos de licores.[39] Finalmente,
en los bajos fondos de la sociedad local, deambulaban gran cantidad de
comerciantes ambulantes, artistas callejeros y “antisociales de toda índole”,
quienes transitaban de un poblado a otro en forma clandestina, “sosteniéndose a
partir del juego, la estafa y el raterismo” y que normalmente se encontraban
complicados en toda clase de “escándalos y motines”.[40]
IV. EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO
Desde 1896 y a instancias de la Jefatura Municipal de Mapimí, los
trabajos en la Fundición de la Hacienda de Agua comenzaron a ser considerados
de “utilidad pública”, lo cual permitió justificar un incesante traslado de presos para cumplir jornadas
laborales, como pago de las “multas” derivadas por faltas administrativas,
principalmente el alcoholismo: ya que el comercio y el consumo de licores –así como la prostitución–, se encontraban prohibidos en los establecimientos
minero-metalúrgicos de la Compañía Peñoles. Desde esta perspectiva, conforme
avanzó la escala de operaciones en la Fundición de Mapimí, la criminalización de los grupos populares
se transformó en el principal instrumento para garantizar el abasto de mano de
obra requerida para el funcionamiento regular de la Fundición, lo que representaba
más del 80% de los ingresos de la Jefatura Municipal. Desde esta perspectiva, al
iniciarse el siglo XX casi ningún “paisano” se encontraba a salvo de ser
aprehendido y trasladado para cumplir trabajos forzados en la Fundición, lo que
implicaba no sólo un grave riesgo para la salud, sino que prevalecían altos índices
de mortalidad como resultado de accidentes de trabajo. Por otra parte, respecto
a las condiciones laborales de los mineros en La Ojuela, si bien en un principio
los operarios disfrutaban de una relativa libertad de trabajo mediante su
organización en torno a los “contratistas de minas”, lo cierto es que
la disminución en el ritmo de la apertura de tiros, dio paso al aumento de la
explotación intensiva de los yacimientos. En estas circunstancias, la Compañía
Peñoles determinó reducir la influencia de los “contratistas” en sus trabajos,
principalmente a través de la introducción del sistema de pagos mediante
“vales” en las tiendas de raya. Lo
cual trajo como consecuencia la restricción del pago de salarios en efectivo y
esto se prestó al desarrollo de un amplio mercado
negro en torno a la venta de los
“gastos de mina”[41]
y la reventa de los “vales” (para
efectos de obtener dinero en efectivo). De manera tal, que a la persecución de
los “infractores” –principalmente contratistas
y revendedores–, siguió el aumento de
las aprehensiones y luego la generalización del sistema laboral “correccional”
también entre los trabajadores mineros de La Ojuela.[42]
Desde esta perspectiva, entre los
principales antecedentes del proceso revolucionario en Mapimí, se encuentra el aumento de la
“inseguridad” asociada al recrudecimiento de las resistencias
cotidianas en contra del sistema
laboral “correccional”. Lo que explica el surgimiento de formas de bandolerismo
urbano como las retratadas en la zaga de corridos sobre los famosos “Amigos de
Mapimí”. Así las cosas, durante 1899 y 1900, este fenómeno de desobediencia
civil, dió paso a la emergencia de un anarcosindicalismo fuertemente influido por
el movimiento obrero estadounidense, el cual se transmitía por los rieles del
Ferrocarril Internacional. Esto, se encuentra simbolizado por ejemplo en el
caso del “robo al tren del oro”, protagonizado por John Parrish y sus cómplices
en contra de Peñoles y que incluso inspiró el primer clásico del western norteamericano “The Great Train Robery”.
En los primeros años del siglo XX diversos sectores de clase media se sumaron a
las protestas contra el “régimen de esclavitud” que pesaba sobre los trabajadores
minero-metalúrgicos en el Alto Nazas, lo cual representa el punto de partida
para la organización de los núcleos precursores del PLM en La Laguna.
Simultáneamente, destaca la persecución gubernamental en contra de los
comerciantes independientes en la Fundición y La Ojuela como consecuencia del
aumento de sus reclamos en contra el monopolio ejercido por los socios
comerciales de Peñoles a través de las “tiendas de raya”. Conflicto que
representó el punto de partida para la organización de los movimientos de
oposición política relacionados al surgimiento del antireeleccionismo. En este
contexto, el envenenamiento con arsénico que sufrió la población de Ojuela
durante el verano de 1902 –tragedia que la población local atribuía a los
administradores de la Compañía como represalia contra las “guelgas” y “boicots”
que iban es ascenso–, significó el punto de partida para la organización
de “conspiraciones”. En estas circunstancias, la intervención de los socios de
Peñoles en el comercio de la carne –controlado hasta entonces por la
“aristocracia local”–, levantó airadas protestas por parte de los integrantes
del Ayuntamiento, quienes comenzaron a enfrentarse en contra de la Jefatura
Municipal, estrechamente vinculada a los intereses de Compañía. Finalmente, la “redistribución
de los egidos y los cauces agua” –en el contexto de las disposiciones federales
de 1905–, trajeron como consecuencia graves conflictos entre los grandes
propietarios del Partido y las principales compañías foráneas, quienes resultaron
ser las principales beneficiarias de las nuevas “concesiones”. De ahí se
comprende que durante el otoño de 1906, los núcleos oligárquicos del Partido de
Mapimí comenzaron a involucrarse en el movimiento reyista “en contra de los
extranjeros”, así como con el financiamiento de las primeras “partidas de
revoltosos” que comenzaron a atacar de manera sistemática las propiedades del
Tlahualilo y Peñoles entre Mapimí y Bermejillo.[43]
Como
consecuencia de la crisis económica internacional de 1906 –durante la
“parálisis minera” de 1907–, la desocupación, el hambre y las epidemias que
asolaban a las clases populares, generaron un importante incremento de la
criminalidad e incluso se suscitaron diversos “motines”, incendios y saqueos,
lo que conllevó al endurecimiento de la persecución policiaca. En esta
coyuntura, el retroceso económico y el aumento de los conflictos sociales,
trataron de solventarse mediante la “concesión de tierras” para la extracción
de guayule entre los mineros en paro. Sin embargo, la prolongación de la crisis
económica determinó que incluso las élites regionales comenzaran a disputar
estos espacios con respecto de las “sociedades de concesionarios” beneficiados
por los repartos. Desde esta perspectiva, el retiro de los permisos para la
explotación colectiva de guayule desembocó en un desconocimiento generalizado
de las autoridades políticas, lo que coincidió con el estallido de la
sublevación pelemista en el verano de
1908, insurrección que fracasó en su intento de ocupar Jiménez, Chihuahua,
Viesca, Coahuila y el Tlahualilo, Durango. A partir de estas circunstancias,
los grupos revolucionarios precursores del Bolsón de Mapimí se refugiaron en la
Sierra de La Muerte, región que se transformó en su principal terreno de
operaciones. Habida cuenta, en el contexto de la recuperación económica de 1909,
las tendencias monopólicas del capital foráneo se profundizaron. Esto conllevó
la quiebra de muchos empresarios regionales, lo que influyó sobre el
involucramiento de algunos segmentos de las élites laguneras en el movimiento
maderista (como fue el caso de los hermanos Lavín). Eventualmente, la represión
de las protestas contra el “fraude electoral” que llevó a la última reelección
de Díaz, desembocó en el levantamiento antirreeleccionista del 20 de noviembre
de 1910 encabezado por Jesús Agustín Castro, el cual fracasó en su intento por
tomar Gómez Palacio. Grupos de insurrectos que también se sumaron a las
partidas revolucionarias pelemistas
en la Sierra de La Muerte y que para entonces ya controlaban las sierras del
Rosario, de Banderas y el Cañón de Fernández. Finalmente, durante la primavera
de 1911 las divisiones del Nazas del Ejército Libertador y del Ejército
Antirreelecionista –procedentes de
la municipalidad de Mapimí–, se lanzaron sobre Torreón; ciudad que cayó en
poder de las fuerzas revolucionarias laguneras el 15 de mayo del mismo año.
Diez días después de estos acontecimientos –y tras la toma de Ciudad Juárez, de la
ciudad de Cuautla y el asedio sobre Monterrey-, el Gral. Porfirio Díaz renunció a
la Presidencia de la República. [44]
13.Revolucionarios durante la primera toma de Torreón. Fuente:
Historia Gráfica de la Revolución Mexicana (HGRM)
La confrontación y fractura del movimiento revolucionario lagunero durante
el interinato presidencial de León de la Barra –acotado por los Tratados de
Ciudad Juárez–, se explica en primer lugar como consecuencia de la
determinación de Emilio Madero –jefe del Ejército Antirreeleccionista–, por
condicionar la instrumentación de las “reformas sociales” al licenciamiento del
Ejército Libertador. En segundo lugar, destaca la persistencia de las
autoridades de Torreón por intervenir en los asuntos de Mapimí, lo que generó
diversos enfrentamientos con respecto del gobierno revolucionario de Durango,
encabezado por el Dr. Luis Alonso Patiño. En tercer lugar, las maniobras de
maderistas y “científicos” para el desplazamiento de los grupos populares de
las Jefaturas de Cuartel, precedió al incremento de los enfrentamientos entre
ambos grupos con el objeto de garantizar la nominación y el triunfo de sus
candidatos en las elecciones extraordinarias. En cuarto lugar, la creciente
debilidad del régimen maderista conllevó el restablecimiento de los grupos exporfiristas
en las jefaturas de Partido, así como también el ejército federal reinició las
campañas militares en contra de los exrevolucionarios. Este conjunto de circunstancias
determinaron el estallido de la huelga general en Mapimí durante el verano de
1911 –la más importante en la historia de Durango–, movimiento que involucró un contingente aproximado
de diez mil trabajadores. Bajo su sombra, se multiplicaron las expropiaciones
de cosechas así como las ocupaciones de tierras, lo cual en el contexto del
manifiesto magonista del 23 de septiembre de 1911 –donde se convocaba a “profundizar
la revolución en contra de la burguesía”–, conllevó una abstención generalizada
durante los comicios que llevaron a Madero y Pino Suárez a la Presidencia de la
República. E incluso, entre las poblaciones donde las elecciones se efectuaron,
las autoridades gubernamentales se negaron a reconocer el triunfo de los candidatos
populares. En el caso de Mapimí, la “imposición” de Gustavo V. Martínez como
presidente municipal –a instancias de la Jefatura Política de Lerdo–,
desencadenó una serie de levantamientos encabezados por Ceferino González y
Alberto Figueroa. Finalmente, la destitución del gobernador electo de Durango (a
instancias del Presidente Madero) conllevó la sublevación de los cuerpos irregulares en La Laguna duranguense,
encabezados por Pablo Lavín y Jesús José Campos. Finalmente, los diversos
grupos que se insurreccionaron en el Partido de Mapimí durante la primavera de
1912 terminaron por incorporarse en las filas de la coalición obrero-campesina representada
por la rebelión del Pacto de la Empacadora.[45]
Los
“colorados” de Chihuahua, encabezados por Pascual Orozco, José Inés Salazar,
Emilio Campa y Demetrio Ponce, se propusieron avanzar sobre Torreón
acantonándose en Jiménez. A estos contingentes se sumaron los “colorados” de la
Laguna comandados por Benjamín Argumedo, Enrique Adame Macías, el Indio Mariano
Reyes, Cheché Campos y Pablo Lavín, grupos que se apertrecharon entre las
sierras de La Muerte y Banderas, así como en el Cañón de Fernández. El propio
Secretario de Guerra de Madero encabezó las hostilidades en contra de los
rebeldes, sin embargo, las fuerzas federales fueron derrotadas estrepitosamente
en la primera batalla de Rellano. A partir de estas circunstancias, el
Presidente Madero designó al Gral. Victoriano Huerta –verdugo de los zapatistas
de Morelos–, como jefe de operaciones militares en Torreón, quien decidió acantonar
sus fuerzas en la Villa de Mapimí, al mando de los generales regulares Salvador
Mercado, Aureliano Blanquet y Fernando
Trucy Aubert. Fuerzas que además contaron con el apoyo de las tropas de Emilio
Madero, Venustiano Carranza y Abraham González, así como también se
incorporaron los irregulares de
Doroteo Arango, Calixto Contreras y Mariano Arrieta, entre otros jefes populares
del maderismo en Durango. Sobra decir que en el transcurso de estos
acontecimientos, Mapimí resintió la presencia de un ejército de “ocupación”, se
trabaron sangrientos combates entre las tropas del gobierno y los rebeldes,
como también se cometieron toda clase de excesos, principalmente en contra de
las poblaciones rurales.[46]
14. Victoriano Huerta,
Emilio Madero y Pancho Villa/ Fusilamientos en Mapimí (1912). Fuente: Archivo
Casasola/ Museo-Casa Benito Juárez e Historia de Mapimí y La Ojuela.
Después de la victoria de las fuerzas gubernamentales durante la
segunda batalla de Rellano, el General Victoriano Huerta decidió desplazar a
los principales jefes irregulares
maderistas –Villa, Contreras y Arrieta–, so pretexto de insubordinación, lo que
conllevó su prisión en la Ciudad de México. Simultáneamente, se fomentó la
integración de “Cuerpos de Voluntarios” en aquellas regiones “donde la
Revolución no había tenido eco”. De forma tal que al ejército exporfirista se
incorporaron los “Azules” –trabajadores ferroviarios procedentes de Saltillo–,
así como los Voluntarios del Potosí, de Monclova y Parral, entre cuyos jefes
destacan Francisco Sánchez, Pablo González, Francisco Murguía y Cesáreo Castro.
Por lo que respecta a las fuerzas rebeldes, se organizaron las Defensas Sociales
(integradas por trabajadores minero-metalúrgicos). Estrategia que aunada a la
utilización sistemática de dinamita y a la emergencia de una incipiente
industria militar en torno a Jiménez, Chihuahua, dio como resultado que a
mediados de 1912, resultara evidente la superioridad militar del movimiento lagunero
opositor al maderismo. No obstante, en esta coyuntura Ricardo Flores Magón –bajo
la influencia del anarquismo norteamericano–, lanzó diversos llamamientos a los insurrectos del norte del país para
desertar de las filas orozquistas, acusando a sus dirigentes de “ir protegiendo
en todo momento los intereses de los ricos”. Debido a que los “colorados” se
rehusaban a imponer la política de saqueos o “expropiaciones”, sostenida por el
Junta Central del PLM. Finalmente, dicha guerra
de rumores, aunado a una estrategia militar desastrosa por parte del Gral.
Pascual Orozco, determinó la derrota de los rebeldes del Pacto de la Empacadora
primero en Conejos, luego en Cuatrociénegas y finalmente en el Cañón de
Bachimba.[47]
15. Fuerzas del Pacto de la Empacadora. Fuente: Historia
Gráfica de la Revolución Mexicana.
Desde mediados de 1912, el movimiento revolucionario lagunero tendió a
distanciarse respecto del magonismo y el
orozquismo. Así las cosas, los “leones” de la Laguna continuaron
“revolucionando por su cuenta” en el área de influencia de la ciudad de Torreón,
reforzados por las fuerzas expelemistas procedentes de Zacatecas. En estas
circunstancias, a partir de agosto de 1912 la guerra civil en la Laguna volvió
a recrudecerse, lo que trajo como consecuencia violentos ataques sobre Mapimí,
Zaragoza del Tlahualilo y Dinamita. En esta coyuntura, se suscitaron los
trágicos acontecimientos relacionados con la batalla de El Derrame, donde las
fuerzas del gobierno maderista fueron arrasadas, hasta el grado de que el Indio
Mariano ordenó “pasar por las armas” a toda línea de oficiales del ejército
regular en la Comarca Lagunera. Por esta razón, en noviembre de 1912 el Gral.
Joaquín Téllez fue relevado al frente de las operaciones militares en el
centro-norte del país, siendo sustituído por el Gral. Salvador Mercado lo que trajo
como consecuencia el inicio de
sangrientas campañas en contra de las poblaciones civiles. Asociado a lo
anterior, “por un golpe de suerte”, las fuerzas de Pablo González lograron la
captura y ejecución del Indio Mariano, principal cabecilla popular del
movimiento revolucionario en el área de influencia de Mapimí. A pesar de todo,
para principios de 1913 los “colorados laguneros” encabezados por Benjamín
Argumedo y Jesús José “Cheché” Campos continuaban avanzando sobre Torreón, al
mismo tiempo que aumentaba la deserción de los soldados federales para
incorporarse a los rebeldes y asimismo, se profundizaban las desavenencias
entre las fuerzas regulares y los cuerpos de voluntarios del ejército maderista.[48]
Como consecuencia de la Decena Trágica y el derrocamiento del régimen
maderista, las fuerzas encabezadas por Argumedo y Cheché Campos se incorporaron
como irregulares al régimen
huertista, sobre la base del reconocimiento de las ocupaciones de tierras y la
implementación de los derechos laborales. En estas circunstancias, durante la
gubernatura de Jesús Perea y bajo el resguardo de los “colorados”, en el
Partido de Mapimí comenzó a restablecerse el orden, lo que trajo como consecuencia
el reinicio de los trabajos en La Ojuela y la Fundición, así como un incesante
arribo de trabajadores inmigrantes. Sin embargo, el retorno a la guerra civil
como consecuencia de los levantamientos encabezados por el gobernador de
Coahuila –Venustiano Carranza–, en contra del “gobierno usurpador de Huerta”,
influyó sobre la militarización del aparato productivo regional, hasta el punto
de proscribirse el derecho de huelga y someterse a los trabajadores recién
inmigrados a un régimen cuartelario. Por otra parte, las Defensas Sociales, comenzaron
a actuar como “escuadrones de exterminio” en contra de la disidencia, lo que
favoreció la penetración regional del discurso “civilista” enarbolado por las fuerzas
del Plan de Guadalupe. [49]
En febrero de 1913 Manuel Chao, Maclovio Herrera, Tomás Urbina Reyes y
Román Arreola, avanzaron desde Las Nieves e Indé sobre El Oro, Durango; luego
ocuparon Santa Rosalía, Santa Bárbara e Hidalgo de Parral, Chihuahua; finalmente,
en el mes de marzo lograron tomar Mapimí. Sin embargo, fueron desalojados por
los “colorados” de Emilio Campa, al mismo tiempo que los exmaderistas de
Cuencamé –encabezados por Calixto Contreras y Orestes Pereyra–, fueron
derrotados por las tropas del Cheché Campos. Con motivo de estas
circunstancias, Urbina y Contreras se replegaron a Camargo, Chihuahua, donde en
unión de la Brigada Villa conformaron la División del Norte del Ejército
Constitucionalista. Acto seguido, las fuerzas de Doroteo Arango se dirigieron a
combatir en Chihuahua, mientras que Urbina organizó el Ejército Popular
Durangueño y tras la toma de la capital del Estado, nuevamente dirigió sus
baterías hacia Torreón. Donde sin embargo, los generales Emiliano Bravo y Jesús
José Campos lograron contenerlos. Desafortunadamente, después de la victoria
gubernamental en Torreón y aduciendo insubordinación, el general huertista Bravo
ordenó pasar por las armas a los
principales jefes de los “colorados” laguneros: Luis Caro, Pablo Lavín, José
Orozco y Juan Pablo Estrada. Por lo cual, Cheché Campos desertó de las filas
del gobierno, tras de lo cual fue capturado y ejecutado por las fuerzas de
Calixto Contreras el 26 de julio de 1913. Considerando que el segundo ataque
sobre Torreón por parte del Ejército durangueño también fue repelido por las
fuerzas de los generales Felipe Alvírez y Benjamín Argumedo, Pancho Villa y sus
“dorados” acudieron a reforzarlos. Al respecto, como resultado de los combates
por Juárez, Durango, fueron capturados y fusilados todos los oficiales de línea
del ejército huertista en la Laguna, lo que orilló al Gral. Alvírez al
suicidio. Acto seguido, la División del Norte avanzó sobre Mapimí, Bermejillo,
Lerdo, Gómez Palacio y Torreón, ciudad que cayó en poder de las fuerzas encabezadas
por Pancho Villa y Felipe Ángeles en octubre de 1913. Sin embargo, la retirada
de la División del Norte hacia Chihuahua favoreció el reposicionamiento de los
“colorados” de Argumedo en La Laguna. Por último, después de la derrota de los
“colorados” de Chihuahua en Ojinaga, los villistas regresaron para ocupar
Torreón en definitiva. Así las cosas, el 24 de marzo de 1914 se inició su
avance sobre el Tlahualilo, Bermejillo, Mapimí, Gómez Palacio, Lerdo y Torreón,
que cayó en su poder el 3 de abril del mismo año. Esto, debido a que el general
huertista Refugio Velasco tocó retirada sin previo aviso, “en el momento en que
colorados y villistas trababan batallas cuerpo a cuerpo”. La resistencia
gubernamental se replegó sobre San Pedro de las Colonias, donde la matanza fue
todavía más espantosa, debido a que Velasco nuevamente abandonó la plaza.
Finalmente, los sobrevivientes de la catástrofe de Torreón se concentraron en
la ciudad de Zacatecas, donde fueron liquidados definitivamente por la División
del Norte en junio de 1914. [50]
En el transcurso de las batallas por Torreón durante 1913-14, la mayor
parte de los intereses extranjeros que fueron afectados por la División del
Norte correspondieron a españoles, alemanes, británicos y chinos. No obstante,
el gobierno norteamericano -a semejanza de lo ocurrido en las postrimerías de
la presidencia de Madero-, comenzó a elevar el tono de sus protestas en contra
de la incapacidad del gobierno mexicano para garantizar la vida y propiedades
de sus ciudadanos en la Laguna y esto determinó el desplazamiento de Huerta de
la Presidencia. Debido a la magnitud de los enfrentamientos bélicos durante
este periodo, el área de influencia de la Villa de Mapimí quedó prácticamente destruida.
E incluso cuando el Gral. Tomás Urbina se encontraba al frente de la jefatura
de armas en los desiertos de Durango, lo cierto es que los “colorados”
continuaron representando una amenaza durante la segunda mitad de 1914, al
mismo tiempo que en el contexto de la ruptura Villa-Carranza, el Partido de
Mapimí sufrió múltiples intentos de intervención por parte de las fuerzas
revolucionarias procedentes de Coahuila.
No obstante, el pacto Villa-Argumedo en vísperas de la Convención de
Aguascalientes, determinó el restablecimiento de la paz en La Laguna
duranguense. Por ello, bajo la jefatura municipal de Antonio Porras en Mapimí,
pudieron emprenderse esfuerzos tendientes a la rehabilitación de la
infraestructura urbana, como también se reactivaron los trabajos minero-metalúrgicos
de Peñoles y se inició el proceso de reforma agraria -en los términos de la
legislación emitida durante la gubernatura del Ing. Pastor Rouaix-, lo que
significó que a principios de 1915 Zaragoza del Tlahualilo y San Isidro del
Derrame resultaran beneficiadas con la “inmediata posesión provisional” de
tierras. En este contexto, se desencadenó la guerra civil entre convencionistas
y constitucionalistas. Sin embargo, considerando que el algodón y el guayule de
La Laguna se convirtieron en la principal fuente de recursos para el Ejército
Convencionista, lo cierto es que durante 1915 Mapimí experimentó un importante
desarrollo económico. De forma tal que la utilización de plata como moneda de
cambio incentivó el desarrollo del comercio, a lo que siguió el fomento de la explotación colectiva de las haciendas (o
la dotación de pequeñas propiedades) y el incremento en la escala de
operaciones de los trabajos minero-metalúrgicos (e incluso se emprendieron
gestiones para la construcción de un hospital municipal). Sin embargo, tras las
derrotas del convencionismo en Celaya y El Ébano, lo cierto es que a principios
de 1916 la economía lagunera colapso: debido en parte al agotamiento de los
recursos invertidos durante la guerra y otro tanto por el sostenimiento de los
ejércitos en retirada hacia la frontera con los Estados Unidos. [51]
17. Pastor Rouaix/Tomas Urbina/ Severino Ceniceros (HGRM)
V. EL SISTEMA POSREVOLUCIONARIO
Desde fines de 1915, el establecimiento del régimen
“preconstitucional” en la Comarca Lagunera trajo entre otras consecuencias, el
desarrollo de una violenta ocupación militar, la imposición de un régimen contrarrevolucionario, la
desarticulación del aparato productivo regional, así como el recrudecimiento de
la represión en contra de las poblaciones civiles. Por ejemplo, se generalizó el incendio y “demolición” de las poblaciones vinculadas al
convencionismo y se impuso la
“deportación” de sus habitantes hacia Torreón y Durango. En estas
circunstancias, el Gral. Benjamín Argumedo regresó a la región del Nazas, escoltando
la última presidencia de la Convención Revolucionaria. No obstante, tras la
claudicación de Lagos Cházaro y afectado por la tuberculosis, Argumedo se
replegó al norte de Zacatecas, donde fue aprehendido y luego trasladado a Durango,
donde fue fusilado por órdenes del Gral. Francisco Murguía el 28 febrero de
1916 (acontecimiento que significó la eliminación del último caudillo de los
“colorados” laguneros). Diez días después de la muerte de Argumedo, la campaña
guerrillera en el norte de Chihuahua –encabezada por Pancho Villa y sus
“dorados”– devino en el ataque de Columbus, Nuevo México. De forma tal que a instancias
de Venustiano Carranza, se reestablecieron
los acuerdos de 1884 sobre el “libre paso de tropas en la frontera común”,
lo que antecedió a la Expedición
Punitiva, cuyo principal terreno de operaciones fue el Bolsón de Mapimí. En
estas circunstancias, durante las gubernaturas de Arnulfo González y Fortunato
Maycotte se pactó una tregua entre constitucionalistas y convencionistas
durangueños, para efectos de contener la invasión norteamericana. Sin embargo,
en dicha coyuntura los principales generales que se amnistiaron fueron
ejecutados a mansalva antes de poder entrar en combate por pistoleros al
servicio de Pablo González y Joaquín Amaro, como en el caso de Calixto
Contreras y José Isabel Robles.[52]
18. Arnulfo González/ Francisco Murguía/
Fortunato Maycotte. (HGRM)
Habida cuenta, el movimiento guerrillero encabezado
por Pancho Villa en el Bolsón de Mapimí (conocido como “La Villada”), se
intensifico en el contexto de la hambruna prevaleciente durante el segundo
semestre de 1916. En estas circunstancias, la Casa del Obrero Mundial convocó a
la huelga general, mientras que el presidente Carranza decretó la pena de
muerte en contra de los trabajadores en paro. Considerando la influencia de la
COM en la región lagunera, se comprende el resurgimiento de la División del Norte
en el área de influencia de Torreón, ciudad que fue ocupada por las guerrillas
villistas –procedentes de Mapimí–, en diciembre de 1916. Con el propósito de
combatir a los rebeldes, el gobierno carrancista restableció la legislación de
1886, referente a la ejecución ipso facto de los “gavilleros” aprehendidos infraganti. En estas circunstancias, el
nuevo gobernador Gabriel Gavira Castro, comisionó a Francisco Murguía para
combatir a los rebeldes, contando con el apoyo de las fuerzas de Cesáreo Castro,
lo que influyó sobre su dispersión, principalmente hacia San Pedro del Gallo y
Sierra Mojada.[53]
Como consecuencia de la promulgación de la Carta Magna de 1917, el
Gral. Domingo Arrieta León fue electo primer gobernador constitucional de
Durango. Entre sus primeras disposiciones, se propuso combatir la hambruna que
asolaba las poblaciones, mediante la promulgación del “decreto sobre tierras
ociosas”. En este contexto, se formó el Sindicato de Campesinos Agraristas de
Durango bajo la dirección de Terrones, Andrade y Urruticoechea. En Mapimí,
estas medidas trajeron como consecuencia
la restitución de tierras a favor de la antigua colonia agrícola de Juárez,
como también se iniciaron los trámites para la dotación de maquinaria a favor
de la “colonia obrera de Bermejillo”. A nivel local, bajo la jefatura municipal
de Francisco Dávila, se iniciaron diversos procedimientos de embargo, así como
la reasignación de muchas propiedades
abandonadas, la mayor parte de estas medidas, contrarias a los intereses de
exhuertistas y exconvencionistas (lo que representó un importante incentivo
para su retorno del exilio). Asimismo,
con el objeto de revertir la bancarrota
del erario público, entre fines de 1917 y principios de 1918 se emprendió la
actualización del cobro de contribuciones en el sector industrial, lo que fue
acompañado por el fomento del sindicalismo. En estas condiciones, se registró
el establecimiento de la Mesa Local No. 7 de los Trabajadores Industriales del
Mundo entre los mineros de La Ojuela, mientras que el gobierno del Estado
emprendió diversos esfuerzos tendientes hacia la colectivización de la Fundición
de Mapimí.[54]
19. Domingo
Arrieta/ Masones de Durango (HGRM)
Sin embargo, en Mapimí las primeras elecciones municipales en el marco
de la nueva Constitución, dieron como resultado el triunfo de la planilla
“exconvencionista”; lo que desde principios de 1918 desembocó en una serie de
enfrentamientos con respecto del gobierno del Estado. Así las cosas, en el
contexto de la presidencia municipal de Antonio Porras –quien fuera jefe
municipal en la época Urbina–, las autoridades locales obstaculizaron el ajuste
de las contribuciones, la revaluación y el proceso de expropiación de la Unidad
Peñoles Mapimí. E incluso, fue decretada una exención de impuestos a favor de
dicha Compañía y la fábrica del Tlahualilo, con el propósito de asegurar el abasto de granos básicos
entre la población local. Por otra parte, el Ayuntamiento redujo los impuestos
sobre la propiedad raíz y se emprendió la reexpedición de títulos de propiedad
con el objeto de revertir los “despojos”. En este contexto, destaca el hecho de
que las principales “dotaciones de tierra” realizadas durante este periodo
representaron pequeñas propiedades. Por último, la administración de Porras
enfrentó la epidemia de “influenza española”, lo que implicó el fallecimiento
de dos terceras partes de la población en el Partido de Mapimí, así como la
virtual desaparición de muchas poblaciones rurales, principalmente Zaragoza y
El Derrame, aunque también se diezmaron de manera importante las áreas urbanas
de Mapimí, La Ojuela y Bermejillo.
A principios de 1919, se celebraron las segundas elecciones
municipales del periodo posrevolucionario, lo que conllevó la imposición del
carrancista Antonio Quiroz –jefe municipal durante la jefatura militar de
Murguía-, al frente de la presidencia de Mapimí. E incluso cuando en el
transcurso de dicha administración el establecimiento de la Respetable Logia
Simbólica “Amor y Progreso” No. 8 favoreció la conciliación de intereses al
interior de las élites locales; lo cierto es que una de las primeras
consecuencias de la mortandad provocada por la influenza, así como de las controvertidas
elecciones de 1918, fue el resurgimiento de los focos guerrilleros encabezados
por Canuto Reyes –quien fuera lugarteniente de Argumedo–, y Ángel Méndez. En
estas circunstancias, las autoridades locales se demostraron impotentes para
contener el resurgimiento de la violencia política, debido fundamentalmente a
que el erario público se encontraba en bancarrota. Por otra parte, durante el
segundo semestre de 1919 las guerrillas encabezadas por Pancho Villa
establecieron un control efectivo alrededor de San Pedro del Gallo desde donde
comenzaron a orquestar diversos ataques sobre Torreón y Durango. E inclusive,
cuando el general Murguía volvió a ser comisionado por Carranza para reducir a
los rebeldes del Plan del Río Florido –y esto permitió la captura y ejecución
del Gral. Felipe Ángeles en Sierra Mojada–, lo cierto es que la represión
indiscriminada por parte de las instancias gubernamentales provocó la
agudización de los enfrentamientos armados, considerando además que en este
periodo aumentaron dramáticamente los secuestros y asesinatos en contra de la
comunidad extranjera.
En el contexto del colapso económico provocado por la guerra civil en
México y frente a la inminente derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, la
administración de Peñoles clausuró la Fundición de Mapimí. La mayor parte de su
maquinaria pasó a formar parte de la Fundición No. 2 de Monterrey y sus
principales establecimientos fueron dinamitados. Posiblemente para obstruir su
utilización por parte de los nuevos gerentes norteamericanos, en el marco de la
incautación decretada por el fideicomiso bélico Allen Property Custodian. Desde
esta perspectiva, si bien el Mineral de Mapimí floreció a la sombra de la
Fundición de la Hacienda de Agua desde 1896, su clausura y desmantelamiento a
fines de 1919 trajo como principal consecuencia la decadencia económica de la
región del Alto Nazas. Sumado a lo anterior, el retiro de las inversiones
alemanas en Mapimí, influyó sobre el armisticio de las guerrillas villistas,
debido a que buena parte de sus ingresos procedían de las cuotas pagadas por
Peñoles a cambio de protección. Como sea, en la coyuntura de la Revuelta de
Aguaprieta y tras el asesinato de Carranza, a principios de 1920 los últimos
reductos de la División del Norte entregaron las armas en Zaragoza del
Tlahualilo, lo que representa el término de la guerra civil y los orígenes del proceso
de pacificación en la Comarca Lagunera.[55]
20. Jesús
Agustín Castro/Agraristas de Durango (HGRM)
Al calor de las batallas de la Revuelta de Agua Prieta, el Gral. Domingo Arrieta fue sustituido en la
gubernatura por el dirigente obrero Enrique Nájera. Luego entonces –ya durante
la presidencia del Gral. Alvaro Obregón-, el Gral. Jesús Agustín Castro fue
electo gobernador constitucional de Durango para el periodo 1924-1928. En
Mapimí, esto trajo como consecuencia el desplazamiento del carrancista Antonio
Quiroz y la elección del líder agrario Antonio Urruticoechea al frente del
gobierno municipal. Sin embargo, al
iniciarse el primer lustro de 1920, se registró la clausura del último
establecimiento industrial que sobrevivía del periodo porfirista: la Fábrica de
Aguas Gaseosas y Confitería de Juan P. Nicholopulos, Jesús Mesta y Pedro Moreno.
Y pese a la buena disposición de las instancias gubernamentales para la
distribución de tierras, lo cierto es que la transformación de distinguidos
exgenerales carrancistas en hacendados, impidió que los pocos núcleos
campesinos que quedaban en pié se atrevieran a solicitar dotaciones agrarias
por temor a las represalias de los “amos”. Finalmente, a raíz de la epidemia de
viruela de 1921, el Partido de Mapimí fue segregado entre los municipios de
Mapimí, Lerdo, Gómez Palacio y Tlahualilo, mientras que al promediar la década
de 1920, las poblaciones en la vertiente izquierda del Nazas no alcanzaban en
conjunto ni siquiera los cinco mil habitantes.
EPÍLOGO
En el transcurso del Maximato (1928-1934) la crisis económica
internacional provocó la parálisis de la minería, de forma que la desocupación
prevaleciente desencadenó una persecución indiscriminada en contra del
sindicalismo por parte de las instancias gubernamentales. En este contexto,
entraron en apogeo las “vinaterías” –haciendas productoras de sotol–, las
cuales representan el principal antecedente de la empresa vitivinícola a nivel regional.
Por otra parte, desde el sexenio cardenista y hasta el gobierno de
Miguel de la Madrid, el municipio de Mapimí fue una cooperativa minera y floreció el sistema ejidal: primero a la
sombra de la cuenca lechera de Gómez Palacio; segundo, por el desarrollo de la
industria textil y automotriz en Torreón y tercero, por el establecimiento de
la industria avícola y otras de agroexportación.
A partir de las reformas salinistas, el fenómeno de la
transnacionalización económica vinculado al Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, trajo aparejado un intenso proceso de emigración
internacional, principalmente entre la población masculina, a lo que siguió la
generalización del trabajo femenino en las maquiladoras. Finalmente, durante el
cambio de siglo XX-XXI el otorgamiento de concesiones para la rehabilitación de
la minería –principalmente a favor de empresas canadienses–, fue acompañado por
el incremento de la “inseguridad”
asociada al narcotráfico. Afortunadamente, los últimos años las zonas
limítrofes entre Durango, Chihuahua y Coahuila han retornado a la calma.
En 1998 se celebró el cuarto centenario de la fundación de la Villa de Santiago y en ese contexto Mapimí fue
elevado al rango de Ciudad. Doce años después, el 1 de agosto de 2011, el conjunto
arquitectónico de Mapimí (incuyendo las ruinas de la Fundición de Hacienda de
Agua) y la mina de La Ojuela, fueron declarados Patrimonio
Cultural de la Humanidad por
la UNESCO, como parte del Camino Real de Tierra Adentro. Por último, el 27
de noviembre de 2012, el Real de Mapimí
recibió la primera declaratoria como Pueblo Mágico otorgada
por la Secretaría de Turismo para el Estado
de Durango. Por esta
razón, actualmente se realizan múltiples
esfuerzos
para proyectar el
municipio,
como uno
de los principales polos
ecoturísticos en el
norte del
país las próximas décadas.
[1]
Véase Leticia González Arratia: Ensayos sobre la Arqueología de Coahuila y
el Bolsón de Mapimí, Archivo Histórico de Saltillo, Saltillo, 1992.
[2] Carlos
Montaña Carubelli: Estudio integrado de los recursos, vegetación, suelo y
agua en la Reserva de la Biósfera de Mapimí, Instituto Nacional de
Ecología, México, 1988.
[3] Chantal Cramaussel Vallet: “De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya central” en, Marie-Areti Hers Stutz (et al.): Nómadas y sedentarios en el norte de México UNAM, México 2000.
[4] Luis González Rodríguez: “Los Tobosos, bandoleros y nómadas. Experiencias y testimonios históricos (1583-1849) en, Marie-Areti Hers Stutz (et al.): Nómadas y sedentarios en el norte de México UNAM, México, 2000.
[5] Pablo Martínez del Río: La Comarca Lagunera a fines del siglo XVI y principios del XVII, según las fuentes escritas, Instituto de Historia de la UNAM, México, 1954; P.p. 64.
[6] Agustín Churruca Peláez et al.: El Sur de Coahuila en el Siglo XVII, ENORME, Torreón, 1994 ;P. p. 291.
[7] Antonio Arreola Valenzuela y Miguel Vallebueno Garcinava: Mapimí: cuatro siglos de glorioso pasado y esforzado porvenir ASISTE, México, 1998; P.p. 12
[8] Miguel Vallebueno Garcinava: “Descripción Topográfica de la Villa, Real y Minas de Santiago de Mapimí”, en Transición #11, julio de 1993, Instituto de Investigaciones Históricas-U.J.E.D P.p. 65-93.
[9] Sergio Antonio Corona Páez: “Don Diego de Valdés El Atila de Mapimí” en El Siglo de Torreón, 6 de noviembre de 2011, http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/675077.don-diego-valdes-el-atila-de-mapimi.html; 15 de enero de 2015, 16:00 hrs.
[10] Edith González: “Celebran el hallazgo del Señor de Mapimí” en, El Siglo de Torreón, 30 de agosto de 2014, http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1032093.celebran-el-hallazgo-del-senor-de-mapimi.html; 15 de enero de 2015.
[11] Ricardo Covarrubias: Caudillos de la Independencia de México, Edición del Autor, Monterrey,1987, p. 19
[12] Ibídem.
[13] Eduardo Guerra: Historia de La Laguna: Torreón, su origen y sus fundadores, Editorial Casán, Torreón, 1957; P.p. 57-60.
[14] Véase José Manuel López Olivas: Anales de Mapimí, Centro de Documentación, Torreón, 2004 y “Los terratenientes de Mapimí y su incipiente nacimiento a la burguesía”, INÉDITO (2008).
[15] Véase Robert M. Utley: The Indian Frontier of the American West, 1846-1890, University of Nuevo Mexico, Albuquerque, 1987.
[16] George F. Ruxton: Aventuras en México. El Caballito, México, 1974; P.p. 145,152.
[17] Véase Antonio Arreola Valenzuela: “Apaches y comanches en Durango” en, Transición 23, IIH/UJED, Durango, diciembre 1996, P.p. 33-46.
[18] Véase Gustavo de Anda: El Cardenismo. Desviación Totalitaria de la Revolución Mexicana. Edición del Autor, México, 1974.
[19] Martha Suárez: “El movimiento de los Tulises y los Soldados del Pueblo en La Laguna” en, Transición 22, Instituto de Investigaciones Históricas-UJED, Durango, 2001; P.p.15-16.
[20] Miguel Vallebueno Garcinava: “Algodón y ferrocarriles. El desarrollo de la Comarca Lagunera” en, Transición 12, IIH/UJED, Durango, octubre de 1992; P.p. 28-35.
[21] Jesús Sotomayor Garza: Anales Laguneros, Enorme/Ayuntamiento de Torreón, Torreón, 1992; P.p. 79-80.
[22] Véase Manuel Plana: El reino del algodón en México: la estructura agraria de La Laguna, 1855-1910. Ayuntamiento de Torreón, Torreón, 1991.
[23] José de la Cruz Pacheco Rojas: Breve Historia de Durango. FCE/COLMEX, México, 2001; P.p. 189-190.
[24] Secretaría de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Comisiones Unidas primera de Puntos Constitucionales y segunda de Justicia: Proyecto de derogación del Decreto del 30 de marzo expedido por la Comisión Permanente relativa a la Suspensión de las Garantías Individuales (27 de abril de 1880) en, Memoria de la Secretaría de Gobernación presentada al Congreso de la Unión 1º de enero de 1879 al 20 de noviembre de 1880. México, Tipografía Gonzalo A. Esteva, 1881; P.p. 59-61, 87-91.
[25] Véase Pedro Cázares Aboytes: Bandolerismo y politización en la serranía de Sinaloa y Durango, 1879-1888, Tesis de Maestría, Facultad de Historia de la. Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, 2008., P.p. 197-135. Respecto de los núcleos de resistencia antiporfirista en Mapimí, Jefatura Municipal: “Expediente relativo a Manuel Jáquez y Ramón Escobar”, AHM C1 E5, 11-19 de septiembre, 1892.
[26] Una revisión pormenorizada sobre las leyes emitidas durante el periodo 1876-1888 permite observar que la política de seguridad nacional en los albores del Porfiriato, estuvo firmemente asentada en una serie de tratados internacionales, orientados al restablecimiento de las relaciones con el gobierno norteamericano. Véase: Manuel Dublán y José María Lozano: Compilación de Leyes Mexicanas Tomos VII-XIII, COLMEX, México, 2005.
[27] Véase Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX, Doctorado en Historia, UNAM-FFyL, México, 2013; P.p. 105-112.
[28] Ibídem, P.p. 113-124
[29] Javier Guerrero Romero, Del Desierto a la Serranía, Instituto de Investigaciones Históricas-UJED. Impresos del Norte, Durango, 2000; P.p. 17-18.
[30] Gabino Martínez Guzmán y Juan Ángel Chávez Ramírez: Durango: Un volcán en erupción FCE, México, 1998; P.p. 15-17
[31] William K. Meyers: Forja del Progreso, crisol de la Revuelta. 1880-1911, Gobierno del Estado de Coahuila/INERM/UIA-Laguna, México, 1996; P.p. 57, 87-88. Y Guadalupe Villa Guerrero: Durango en la Era de la Paz y del Progreso, Maestría en Historia, UNAM-FFyL, México, 1993.
[32] Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 57-63.
[36] Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 81-83.
[37] Carlos Hernández: Durango Gráfico. Obra completa que da a conocer detalladamente la historia del estado de Durango, su geografía, hidrografía, su minería, la estadística de su población en las distintas épocas de su desarrollo y sus poderosos elementos de riqueza en todas sus manifestaciones, Talleres de J. S. Rocha, Durango, 1903, P.p. 160.
[38] Prostitutas renuentes a la clasificación oficial, el pago de contribuciones fiscales y las revisiones médicas.
[39] Ibídem, 124-141.
[40] Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… p. 89-102.
[41] El sobrante de materiales con que la Compañía dotaba a los contratistas para los trabajos de las cuadrillas.
[42] Ibídem.
[43] Ibídem, P.p. 147-171.
[44] Ibídem, P.p. 171-182. Véase también Pablo Machuca Macías: MIL NOVECIENTOS DIEZ. La Revolución en una ciudad del Norte, Costa Amic, México, 1978.
[45] Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… P.p. 185-201.
[46] Véase Gustavo Casasola: Historia Gráfica de la Revolución Mexicana Tomo II, Trillas, México, 1960.
[47] Ricardo Flores Magón:“La Situación en estos momentos” en, Regeneración: 20 de mayo de 1912. También Michael Meyer: Pascual Orozco y la Revolución Méxicana, UNAM, México, 1984; P.p. 98-101.
[48] Véase Javier I. Esparza Santibáñez: La Revolución en La Laguna, Universidad Autónoma de Coahuila, Torreón, 1992. Y Daniela A. Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 225-238
[49] Ibídem, P.p. 238-251.
[50] Véase Roque González Garza (et al.): La Batalla de Torreón, Gobierno de Coahuila, México, 1972.
[51] Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… P.p. 257-270.
[53] Véase Martínez Guzmán y Chávez Ramírez: Durango: Un volcán en erupción, FCE, México, 1998. Y José de la Cruz Pacheco Rojas: Breve Historia del Estado de Durango, FCE, México, 1999.
[54] Antonio Avitia Hernández: Alacranes Comunistas, Edición del Autor, México, 2008; P.p. 21-22. Y Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… P.p. 281-308.
[55] Ibídem