miércoles, 2 de marzo de 2016


BREVE HISTORIA DEL REAL DE MAPIMÍ, DURANGO
Daniela Andrade Gaxiola/José Manuel López Olivas


INTRODUCCIÓN
El Bolsón de Mapimí se ubica en los territorios limítrofes de Coahuila, Chihuahua y Durango. Se trata de una extensa depresión desértica –producto de la desecación de un antiguo brazo de mar–, bordeada por escarpadas serranías, tales como el Rosario, la Muerte, Banderas, Jimulco, Parras y Sierra Mojada. En dichas estribaciones nacen los ríos Florido, Conchos, Aguanaval y sobre todo el río Nazas –llamado en otro tiempo “el Nilo mexicano”– cuyas crecidas y derivaciones forman arroyos, lagunas y oasis de carácter estacional, en torno de los cuales se extienden hermosos jardines de cactáceas. Destaca una flora endémica conformada por ocotillos, nopales violáceos, agave de sotol, guayule, lechuguilla, candelilla y distintas tonalidades de algodón silvestre. Mientras que entre la fauna local –única en su tipo debido a sus reminiscencias prehistóricas–, se encuentran la tortuga de Mapimí y diversos protozooarios que habitan en sus lagunas, palomas que cantan al amanecer, gavilanes, guajolotes silvestres, venados, liebres, víboras de cascabel y alacranes. Por último, sobre la superficie del Bolsón se extienden grandes salinas y depósitos de fósiles marinos. Mientras que en el subsuelo, existen abundantes yacimientos minerales de plomo, plata, zinc, arsénico, hierro, azufre e incluso petróleo.[1] 


1. El Bolsón de Mapimí. Fuente: México Desconocido



I. ANTIGÜEDAD Y PERIODO COLONIAL
La presencia humana en Mapimí se remonta diez mil años antes de nuestra era, en el sitio del “valle de las piedras encimadas”, cuyos textiles y cerámicas representan una de las primeras manifestaciones de desarrollo cultural en México.[2] Sin embargo, fue en el periodo Arcaico Tardío (5000-2000 aC), cuando se inició el desarrollo de las tribus que poblaron las márgenes del río Nazas hasta el último cuarto del siglo XIX: tobosos, cocoyomes, conchos, irritilas, cabezas, laguneros, etc. Entre las principales formas de expresión artística de estas poblaciones, destacan los petroglifos y las pinturas rupestres que abundan en la Sierra del Rosario y El Sarnoso.



    

2. Petroglifos y pinturas rupestres en el Cerro de la India. Fuente: Colección Particular.


Los pueblos indígenas de La Laguna eran familias extensas organizadas en “bandas” que luego formaron “macrotribus”, las cuales trabaron diferentes alianzas entre sí hasta que en los albores del Posclásico se aglutinaron en torno a la confederación de las “Siete Naciones del Nazas”. Forma de organización política que prevaleció hasta bien entrado el periodo independiente mexicano.[3] En general, estos pueblos solían realizar migraciones de carácter estacional alrededor del Nazas, sus afluentes y lagunas; mientras que entre sus principales actividades se encontraban la caza y la pesca, así como la recolección y la agricultura estacional, la producción de tejidos de algodón, cera, lechuguilla y otras fibras procedentes del agave de sotol. Por otra parte, es importante destacar que   los grupos indígenas regionales solían convivir con inmigrantes zacatecos, xiximes, tepehuanes, rarámuris y de habla cahíta en general, originarios del noroccidente del país. Además, cada luna mexicana  –alrededor del 27 de septiembre–, diversos grupos apaches y comanches procedentes de la región de “las cuatro esquinas” –en el Cañón del Colorado–, realizaban migraciones hacia el sur instalando campamentos temporales en el Bolsón de Mapimí, mediante acuerdos con las tribus locales o bien a través de la guerra, que como la propia migración poseía tintes rituales.

Concretamente, los Tobosos tenían establecido su centro político-religioso alrededor del cerro del Mapeme o “piedra elevada” (de donde toma su denominación la población de Mapimí). Grupo étnico que se caracterizaba por su aislamiento y ferocidad, así como por su capacidad para recorrer largas jornadas sin consumir alimentos ni agua, por lo cual eran respetados en tiempos de paz y muy temidos durante la guerra.[4] Por otra parte, en términos de su cosmovisión y costumbres religiosas, parecían compartir las prácticas de incineración ritual características de las culturas originarias del Gran Desierto y asimismo, le atribuían propiedades mágicas  a las cenizas de los muertos:  

…Cogio la enfermedad, entre otros, a un indio principal –relataba uno de los primeros evangelizadores-, los suyos para librarle se quisieron valer de otro abuso que usaba en su gentilidad, de matar y sacrificar a un niño que antes hubiese nacido. Vinieron a la madre con cueros de venado, jícaras, tecomates, sartas de cuentas y huesos de que ellos usan, para rescatar o comprar la creatura que querían sacrificar. Entendiendo la madre a lo que venían, e intento que traían, se traspuso con su hijo de noche, tres leguas del pueblo. Fueron de mano armada los bárbaros gentiles a buscarla y hallando resistencia en deudos de la madre y el hijo, vinieron a las manos, flechándose de una y otra parte. Mientras duró la refriega, se traspuso la pobre y afligida madre con su hijo a Mapimí, y viéndose burlados los enemigos y no parando su bárbaro furor, pusieron fuego a una chozuela donde estaba un enfermo viejo, deudo del niño, y quemándolo ahí vivo, esparcieron sus cenizas por el aire, con que decía no pasaría adelante la enfermedad.[5]

La colonización europea sobre los desiertos centrales del norte de México se inició a fines del siglo XVI y fue encabezada por el Padre Juan Agustín de Espinoza, así como por el Capitán Antón Martín Zapata, quienes fundaron las misiones de Cuencamé, Parras, San Juan de Casta, Santiago de Mapimí y Santa Bárbara de Conchos. Del Padre Juan Agustín de Espinoza se decía que era originario de Pamplona, España; sin embargo nació en Real de Minas de Zacatecas en el año de 1567. Por lo que respecta a Antón Martín Zapata, resulta que los fundadores de Santa María de Parras fueron principalmente caciques indígenas, entre los que se encontraba el cacique irritila cristianizado Antón Martín, quien adquirió preponderancia sobre los demás precisamente porque Parras fue fundado sobre el territorio de su tribu.[6] Así las cosas, Espinoza y Martín fundaron la Misión de Santiago de Mapimí el 25 de julio de 1598  –día de la fiesta de Santiago El Mayor–, mediante una misa que se celebró en el lugar que actualmente ocupa el templo católico, acompañados por más de ochenta familias, tanto españolas como tlaxcaltecas, además de un grupo de indígenas de Tepehuanes que eran llamados “negritos”.[7]

Desde mediados del siglo XVII, la Corona Española adjudicó la mayor parte de los territorios del Bolsón de Mapimí al Marquesado de Aguayo, el cual se convirtió en el latifundio más extenso del septentrión novohispano, comprendiendo parte importante de los actuales estados de Zacatecas, Durango, Coahuila y Chihuahua. Asimismo, el Ayuntamiento de Mapimí fue erigido como capital política del Bolsón –último puesto de avanzada para la conquista de las tribus nómadas al norte de la Nueva España–, condición que se vio favorecida por la primera bonanza de plata en las minas de La Ojuela. Sin embargo, el hecho de que los colonizadores se establecieron al pie del cerro del Mapeme –en contra de la voluntad de los tobosos–, y sobre todo, debido a la concentración de los cauces de agua y la generalización de las “cacerías de esclavos” (lo que implicaba la imposición de trabajos forzados en las minas), la Villa de Mapimí se convirtió en uno de los principales escenarios de la “guerra apache” que asoló el Gran Desierto durante el periodo colonial. Por esta razón, la población de Santiago de Mapimí fue arrasada por los grupos indígenas del Bolsón cuando menos en cinco ocasiones durante el Virreinato.[8]

Al respecto, el predominio ejercido por las tribus indígenas sobre las poblaciones españolas durante el cambio de siglo XVII-XVIII, se encuentra representado en la figura de Don Diego Valdés el “Atila de Mapimí”, caudillo indígena que acompañado por Pablo Muñoz, alias “El Negrillo” y Nicolás, alias “El Carretero”, se hacía llamar “Capitán General de las Naciones de Oriente”:

Afirma el testigo Diego Cortinas que en el año de 1713 dicho don Diego convocó al capitán de la nación de los Tripas Blancas, alias "El Ronquillo" y a sus secuaces y a otras muchas naciones, y destruyeron la misión de Nadadores (Coahuila) y pasaron a la Misión de San Buenaventura e hicieron lo mismo; y luego  cercó esta villa (de Monclova) por las cuatro partes, hicieron muchas muertes, destruyeron todos los ganados mayores y todas las manadas, e incluso llegaron hasta poner fuego a las casas. Continúa el declarante diciendo que la villa del Saltillo la tenían asolada y prácticamente sin bienes. Al Nuevo Reino de León lo tenían destruido de caballadas, ganados y pastores muertos. Fue también Don Diego quien planeó y ejecutó la muerte del capitán de Mapimí y soldados que iban en su compañía. Luego retó al General Alonso de León para batalla, y corrió sangre de todos los arroyos del Cerro de Mercado (Durango).Fueron tantos los intereses afectados, que en el año de 1714 el Virrey Duque de Linares envió despacho a la Provincia de Coahuila y a la Nueva Vizcaya para que se le remitiese al dicho don Diego vivo o muerto, poniendo precio a su cabeza. Cortinas termina su declaración afirmando lapidariamente que don Diego es el mayor capitán que se ha visto en las Indias desde Moctezuma. Otro dato interesante es que tenía inutilizadas las manos, probablemente debido a un escarmiento de los españoles. Sin embargo, le manda decir a sus enemigos que aunque ahora no le sirvan las manos, con la lengua le basta para ejecutar sus maldades y que solo con su voz y nombre tiene sujetas a todas las naciones bárbaras de estas provincias.[9]

De la misma época, proceden las leyendas tejidas en torno a los orígenes del Señor de Mapimí, donde además se trasluce el carácter socio-religioso de las reivindicaciones indígenas en la región del Bolsón durante el siglo XVIII: “el jueves Santo del año 1715 –a decir del cronista Anacleto Hernández–, un nutrido grupo de cristianos caminaba en procesión por las calles del Real de Minas de Santiago de Mapimí, con la imagen del señor de Mapimí, el cual adoraban y era la devoción de los mineros. La Marcha fue suspendida por un grupo de indios cocoyomes y tobosos que intempestivamente cayó sobre ellos matando a más de 300. Los portadores del Santo Cristo lograron ponerse a salvo, a pesar de que uno de los objetivos de los indígenas era destruir la imagen”. En 1791, un grupo de “soldados escolteros” encontraron al Señor de Mapimí en el Cañón de Jimulco “donde lo visitaba una india con el fin de venerarlo”. “El mismo piquete “trasladó la imagen milagrosa a la Parroquia del Real de San Antonio de Cuencamé”, porque el templo de Mapimí había sido destruido. Finalmente, de acuerdo a las consejas populares, cuando pasado el tiempo se pretendió restituir la imagen a su sitio original “el carro de mulas no se pudo mover”, por lo que hasta la fecha, el Señor de Mapimí permanece en Cuencamé de Ceniceros.[10]







3. Imagen y devoción del Señor de Mapimí. Fuente: Colección Particular.


Más allá de la precaria bonanza minera durante la segunda mitad del siglo XVII, el primer desarrollo manufacturero del que se tiene registro en Mapimí fue impulsado en el periodo de las reformas borbónicas, a partir de una serie de acuerdos de paz entre el Virreinato de la Nueva España y la “Confederación de las Siete Naciones del Nazas”. Lo que favoreció el aumento de la producción de plata en las minas de La Ojuela, el establecimiento de plantaciones de algodón y los primeros obrajes textiles en las riberas del arroyo de Santa Rita, como también se iniciaron los trabajos en la  “ferrería” de Hornillas –colindante a la sierra de La Muerte–, para la fundición de plomo y cobre. Desafortunadamente, los prolegómenos de la primera revolución industrial fueron sofocados por el estallido de la Revolución de Independencia. 

Como consecuencia de la derrota del Puente de Calderón, en enero de 1811 las fuerzas insurgentes encabezadas por Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo tomaron la ruta de Saltillo donde en el mes de febrero se reunieron con las fuerzas de Mariano Jiménez, Mariano Balleza, Ignacio Camargo, etc. Serían las nueve de la mañana del 21 de marzo, cuando “como si fuera maldición, el líquido de la Noria de la Punta del Espinazo se encontraba seca, no quedándoles a los insurgentes otra alternativa que ir a las Norias de Acatita de Baján”, de forma que al llegar a la Loma de “Los Tontos”  conocida como Loma de “El Prendimiento”, fueron tomados presos por un grupo de soldados realistas al mando del Crnl. Manuel Salcedo, gobernador de Texas.[11] En Parras de la Fuente, los prisioneros eclesiásticos –excepto Hidalgo, fueron destinados a Durango, mientras que los reos militares, se dirigieron a la ciudad de Chihuahua. Así, Hidalgo y sus compañeros arribaron al Real de Mapimí el 9 de abril de 1811 a las 20:00 horas, quedando internados en el Cuartel de Dragones. Sin embargo “...el plébano de la localidad así como las religiosas del cenobio hicieron la sugerencia, casi ruego, para que, de acuerdo a su investidura religiosa, se le permitiera pernoctar como un ser humano y tomar sus alimentos en el cenobio” (actualmente el “curato antiguo”).  De aquellos aciagos días, testimonios contemporáneos afirman que el Padre de la Patria plasmó en las paredes de su celda un triste verso que entre otras lamentaciones rezaba “Por mi religión la vida, por la patria mi cabeza…” [12] Finalmente, el 18 de abril los prisioneros fueron sacados de Mapimí para seguir adelante su travesía, pasando La Cadena, Pelayo, El Derrame, Río Florido, Huejuquilla ―hoy Jiménez―, Santa Rita, Bachimba y finalmente arribaron a la Villa de Chihuahua, donde fueron sometidos a proceso y ejecutados en diferentes episodios durante el verano de 1811.




4. Prisión de Hidalgo en Mapimí. Fuente: Colección Particular.



II. EL CORTO SIGLO XIX
La reorganización política del país derivada de la Constitución de 1824 conllevó al desmembramiento de la Nueva Vizcaya y la erección de diversos estados de la federación entre ellos Durango. En estas circunstancias, la cabecera del Partido de Mapimí que hasta entonces se ubicaba en Cinco Señores, –hoy Nazas–, fue trasladada hacia la Villa de  Mapimí comprendiendo su jurisdicción los territorios del Bolsón correspondientes a Durango, entre otros, Indé, San Luis del Cordero, San Pedro del Gallo y Nazas. Durante el mismo periodo, se inició el desplazamiento de la nobleza colonial, considerando que los acreedores de Aguayo se posesionaron de más de la mitad de sus propiedades, “las cuales fueron subastadas por la casa financiera británica Baring Brothers y adquiridas por la familia Sánchez Navarro de Coahuila, que de esa manera quedó como propietaria de la Hacienda de San Lorenzo de La Laguna”. Al mismo tiempo, Juan Nepomuceno Flores Alcalde –administrador de los latifundios de Aguayo en Durango–, adquirió las haciendas de Ramos, San Juan de Casta, Avilés y San Fernando.[13] Por último, como consecuencia de la expulsión de españoles durante el primer lustro de 1820, la mayor parte de los algodonales, obrajes, minas y ferrerías establecidas en Mapimí durante el periodo borbónico, entraron en decadencia y/o quedaron abandonados. Coyuntura que las principales familias locales –encabezadas por el Jefe Municipal Carmen González, aprovecharon para adjudicarse mediante “denuncio”, de manera que contando con algunos empréstitos europeos se embarcaron en la rehabilitación de las actividades comerciales, mineras y manufactureras en el Real de Mapimí al iniciarse la década de 1830.

En  1836 inicio operaciones el establecimiento con telares mecánicos movidos a vapor denominado “La Confianza”, propiedad de la familia Urruticoechea, que constituye una de las fábricas textiles más antiguas en el Estado de Durango e incluso del país. Y aunado a lo anterior, se desarrollaron grandes plantaciones inclusive una “manufactura de tabacos”, la cual se encontraba bajo la administración del Sr. Yroque, Alcalde del Ayuntamiento. Además, las haciendas de Güichapa y El Casco –pertenecientes a la familia Cigarroa– se transformaron en las principales abastecedoras de trigo y carne de res a nivel regional, alimentos que junto con otros abarrotes, mercerías y enseres domésticos, eran movilizados a través de las rutas de arriería en el Bolsón que también dicha familia controlaba. Por otra parte, en relación con el desarrollo de la minería, existen alusiones sobre la asociación de la familia Urruticoechea y ciertos capitales británicos en diversos trabajos de rehabilitación de las minas de La Ojuela y la fundición de Hornillas. Finalmente, se encuentran registros sobre los trabajos desarrollados en las minas de azufre de la Sierra de Banderas y que se encontraban administradas por el Sr. Ygnacio Saracho (primer regidor del Cabildo).[14]  




5. Templo de Mapimí y Ferrería en Hacienda del Agua. Fuente: Cuatro Monografías de Durango.


Desafortunadamente, el resurgimiento de las actividades económicas en torno a la Villa de Mapimí durante el periodo de la República Central, fue interrumpido como consecuencia de la grave crisis social que envolvió la región del Gran Desierto durante la década de 1840. Habida cuenta, la colonización anglófona sobre las fronteras septentrionales mexicanas provocó importantes desplazamientos de población indígena hacia el sur, lo que incidió sobre el aumento de las correrías apaches allende el río Bravo; grupos que hicieron del carácter inhóspito del Bolsón de Mapimí uno de sus principales subterfugios. Por otra parte, la concentración de tierras y aguas en torno a las haciendas de Sánchez Navarro y Flores trajo como consecuencia grandes hambrunas entre los grupos indígenas del Nazas, lo que generó el reavivamiento de las llamadas “correrías del toboso”. En estas circunstancias –debido a la invasión de los apaches y la insurrección de los tobosos–, el Partido de Mapimí se transformó en una de las principales trincheras mexicanas en contra de la resistencia indígena del Gran Desierto, a cuyo cubierto quedó la invasión norteamericana. Desde esta perspectiva se comprende que en 1839  –al tiempo de la Independencia de Texas–, y en torno al Cuartel de Pelayo, se iniciara la organización de las “compañías voluntarias de patriotas y policías” para establecer una “línea de 500 colonias militares encadenadas entre los estados fronterizos”, no tanto para contener las incursiones norteamericanas, sino sobre todo para “contrarrestar la invasión de los salvajes”. Incluso, durante la Guerra México-Estados Unidos (1846-1848) fue creada una Junta de Guerra encabezada por el Gobernador Marcelino Castañeda, Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Francisco Gurza, Basilio Mendarózqueta, Rafael Peña y Juan del Palacio, cuyo principal propósito fue el combate de los “indios bárbaros”, quedando en segunda instancia la “persecución de los filibusteros estadounidenses”.[15] Finalmente, como resultado de una década de guerra civil, al promediar el siglo XIX, la mayor parte de las poblaciones en el Bolsón de Mapimí se encontraban reducidas a  escombros:

… del Gallo a Mapimí –comentaba un viajero inglés, hay un camino a través de la campiña más agreste, completamente desierta, con grandes sierras que rodean la planicie cubierta de mezquite. Un poco más allá del camino está la Hacienda de La Cadena, una solitaria plantación instalada en una lúgubre planicie que es constantemente atacada por los indios. El Real de Mapimí, se encuentra al pié de una montaña llamada del Bolsón, mientras que el pueblo no es más que una colección de casas de adobe, y con la excepción de una fábrica de algodón, no hay ninguna clase de comercio. La población, que varía entre dos y tres mil, vive también constantemente aterrorizada por los ataques de los indios que suelen llegar al pueblo para llevarse las mulas y las magras provisiones. Y si bien es cierto que las sierras son ricas en metales preciosos, quizá por su cercanía a la frontera indígena nunca han sido debidamente explotadas, incluso cuando la mina que linda con el pueblo y la hacienda de beneficio pertenecen a un habitante de Mapimí, quien, sin capital, ni maquinaria, obtiene considerables ingresos con el primitivo método que emplea para  producir oro, plata, plomo y azufre de la misma sierra.[16]

Tras la segregación de más de la mitad del territorio nacional y frente a la prolongación de la “guerra apache”, durante la década de 1850 los medios gubernamentales mexicanos se propusieron la refundación del norte del país, mediante la emisión de una serie de leyes, decretos y bandos orientados a contener los afanes expansionistas norteamericanos y al mismo tiempo para terminar en definitiva con el “problema indígena”. En este sentido, a partir de 1849 en Durango se inició el levantamiento de padrones para conocer el número exacto de mexicanos y extranjeros, así como la distribución de la propiedad rústica y urbana, como también las características de los establecimientos comerciales y manufactureros. Simultáneamente, las autoridades gubernamentales –de la misma forma que sus contrapartes en Chihuahua y Coahuila–, emprendieron una campaña de exterminio en contra de las tribus nativas a través de las llamadas “contratas de sangre”, llegando a ofrecer hasta cien pesos “por cada indio muerto” y el doble “por cada prisionero de guerra o india mayor de 15 años”, lo que permitió reducir en una tercera parte la ya de por sí mermada población indígena en el centro-norte de México.[17] 

Simultáneamente, en los últimos años de 1840 sobrevino la bancarrota de la familia Sánchez Navarro –principales latifundistas en el Bolsón–, a la que siguió el desmembramiento de la hacienda de San Lorenzo de La Laguna, a favor de los prestamistas españoles Leonardo Zuloaga (hasta entonces avecindado en Saltillo) y Juan Ignacio Jiménez (procedente de Parras). En estas circunstancias, desde 1851 se inició la construcción de las obras de infraestructura requeridas para el desarrollo del cultivo de algodón a gran escala, aparentemente, mediante la contratación de empréstitos británicos, franceses, españoles y prusianos. De ahí que Ignacio Jiménez promovió la construcción de la Presa de Calabazas, Leonardo Zuloaga encabezó los trabajos de la Presa del Carrizal y Juan N. Flores edificó la presa de San Fernando. Inicialmente, la distribución de las aguas del Nazas generó conflictos entre el latifundismo regional e incluso entre los gobiernos de Coahuila y Durango, problemas que sin embargo, lograron solventarse mediante la suscripción de “un convenio sobre el uso equitativo de agua entre los propietarios”. Por último, la familia Flores impulsó la rehabilitación de la industria textil mediante el cultivo del algodón en la Hacienda de La Zarca y el establecimiento de las fábricas de hilados y tejidos la Concepción y Guadalupe. [18]

Habida cuenta, la rehabilitación de las actividades productivas y la “privatización” del agua para uso agrícola, así como la acelerada expansión de las haciendas a costa de los pueblos y rancherías, desencadenaron la organización de un movimiento de resistencia popular denominado los “soldados del pueblo”. Cuyas principales demandas no sólo incluían la restitución de tierras, el acceso equitativo a los acuíferos y mejores condiciones laborales, sino que también se apelaba a cuestiones de índole política, según se desprende de los informes presentados acerca de los “desórdenes” registrados en la Villa de Mapimí y sus alrededores al mismo tiempo que estallaba la Revolución de Ayutla:

En el año de 1858 desde la subprefectura de Nazas se informaba que 150 hombres capitaneados por Anacleto Morales habían tomado la hacienda de Santa Rosa, propiedad de Juan Ignacio Jiménez. Después de tomar caballos, sillas de montar, armas y dinero, saquearon también las haciendas de Avilés, la Goma y la Labor del Refugio, pertenecientes al gran hacendado Juan N. Flores. Luego en 1861 las mismas  fuerzas tomaron Mapimí en donde causando bastantes males a aquellos habitantes, destituyeron las legítimas autoridades y al jefe político Iroque e hicieron que se reuniera una junta del pueblo para nombrar otras popularmente, resultando electo para jefe político D. Ignacio Saracho. Además, de acuerdo con los testimonios recordados por el Juez de 1° instancia de Mapimí, en 1862 el levantamiento ya involucraba a la gente de ambos lados de la frontera [del Nazas], ya que el Juez de San Sebastián daba noticia de que los inconformes de Matadoras [Matamoros], encabezados por (González) Herrera, se habían presentado en el terreno de Zuloaga “repartiéndolo a todos”.[19]


Para responder a las demandas del movimiento campesino en el oriente de Durango, a fines de 1861 y bajo la gubernatura de Juan de Dios Palacio se dispuso la afectación de los principales latifundistas de la región, lo que conllevó el establecimiento de la municipalidad de Zaragoza del Tlahualilo, en lo que fueran terrenos de Hacienda de Avilés, propiedad de Juan Nepomuceno Flores. Mientras que a costa de la Hacienda de Santa Rosa, propiedad de Ignacio Jiménez, fue creada la municipalidad de Juárez, Durango. Indudablemente, esto favoreció la pacificación del área de influencia de la Villa de Mapimí, incluso en el momento que estallaba la Guerra de Secesión en los Estados Unidos y la Intervención Francesa en México.[20]

Como se sabe, tras la derrota de los ejércitos de La Reforma en el puerto de Veracruz, el gobierno liberal se propuso trasladar su centro de operaciones a Paso del Norte. En su trayecto, el Lic. Benito Juárez arribó a la región lagunera, donde bajo el amparo de los “soldados del pueblo” encabezados por Jesús González Herrera, los hombres del Puerto de Peña le formaron escolta personal, para conducir al gobierno hasta la frontera con los Estados Unidos. Tras una breve estancia en El Gatuño –hoy Congregación Hidalgo–, el Presidente Juárez partió a la Hacienda de Santa Rosa (Gómez Palacio), y luego se dirigió a la Villa de Mapimí donde llegó el 7 de septiembre de 1864. Desde su arribo a la Comarca, el movimiento agrario lagunero inició gestiones para solicitar el reparto de los latifundios de Zuloaga, con quien veían sosteniendo graves enfrentamientos. De manera tal que aprovechando la estancia del Presidente Juárez en Mapimí determinaron formar una “comisión” encabezada por el señor Darío López Orduña –yerno de Juan de la Cruz Borrego patriarca de La Soledad–, a través de lo cual, se gestionó la erección de las villas de Libres de Matamoros y San Pedro de las Colonias, así como también se iniciaron los trámites para la dotación de tierras que desembocaron en la conformación de sus respectivos “egidos”. En este sentido, el decreto de erección de la Villa de Matamoros fue promulgado el 8 de septiembre de 1864 en la Villa de Mapimí, justamente en la casa del Jefe Municipal Joaquín Genaro González Aranda –persona de ideas liberales– y donde actualmente se encuentra ubicado el Museo-Casa Benito Juárez e Historia de Mapimí y La Ojuela.[21]




                                                                      
6. Casa de Joaquín González donde pernoctó el Presidente Juárez. Fuente: Colección Particular


Es importante destacar que los repartos agrarios en la Laguna durante el primer lustro de 1860, no solo favorecieron las posiciones del partido liberal en el centro-norte del país mediante la creación de una compleja red de colonias militares sobre los desiertos del Bolsón, sino que también se dio  pié a la conformación de una base de comunidades agrarias y pequeños propietarios, las cuales coadyuvaron de manera fundamental al despegue de la industria textil en la Comarca. En otras palabras, la parálisis de los algodonales en el suroeste norteamericano durante la Guerra de Secesión y luego la afectación de las textileras de la región de Puebla-Veracruz con motivo de la Intervención Francesa, favorecieron los intereses de los grandes propietarios del Nazas, ya que en esta coyuntura se amplió considerablemente su intervención en el mercado nacional e incluso se registraron sus primeras incursiones en los mercados internacionales. De modo tal que la posibilidad de responder al aumento en la demanda de la fibra, dependió fundamentalmente de la incorporación del campesinado regional como arrendatarios de las grandes haciendas algodoneras; lo que asociado al incremento de la producción en las comunidades agrícolas de Zaragoza, Juárez, San Pedro y Matamoros terminó confluyendo en la gran bonanza del segundo lustro de 1860. E incluso, cuando en el periodo 1865-67 los ejércitos del Segundo Imperio desplazaron al gobierno liberal de Juan de Dios Palacio para establecer el Gobierno Departamental de Durango, lo cierto es que los principales hacendados del Nazas quedaron a cargo de la nueva administración estatal, siendo así que en este periodo se registró un considerable aumento de la inversión foránea –francesa, prusiana, irlandesa y española–, capitales que se dirigieron de manera prioritaria hacia la mecanización de los telares, por lo cual mediante dicha política quedó sellado el ciclo virtuoso del despegue de la industria textil en La Laguna.[22]

¿Como se explica entonces la crisis experimentada en la década de 1870? En principio habría que considerar que la restauración de la República a partir de 1867 significó el desplazamiento de Zuloaga, Flores y Jiménez de los poderes regionales, a lo que siguió la elección de Francisco Gómez Palacio como gobernador de Durango. De manera inmediata, esto obstruyó el flujo de los capitales europeos que alimentaban el desarrollo industrial de la Comarca. Por otra parte, los conflictos en torno a la reelección de Juárez así como el empoderamiento del grupo vinculado a Lerdo de Tejada, detonaron los enfrentamientos al interior de las huestes liberales en la Laguna, lo que impactó negativamente sobre la producción de algodón. Así las cosas, en medio de un clima de violencia generalizada, los grandes propietarios se vieron imposibilitados para cubrir los empréstitos contraídos la década anterior e incluso perdieron algunas de sus propiedades a favor de los “agiotistas extranjeros”. Mientras que por otra parte, las condiciones productivas y laborales establecidas por los nuevos propietarios se combinaron con los efectos negativos de la crisis económica internacional en 1876, hasta el grado de provocar el estallido de la insurrección popular.[23] Desde esta perspectiva, se explica que en el contexto lagunero y particularmente en el caso del Partido de Mapimí, el movimiento de oposición al lerdismo estuviera conformado por una coalición de clases aglutinada en torno a los exintegrantes del gobierno departamental de Durango –los grandes terratenientes Zuloaga, Flores y Jiménez–, junto con los reductos del movimiento de los “soldados del pueblo” (vanguardia del movimiento agrario regional). Grupos que secundaron tanto la “revuelta de La Noria” como la “revolución de Tuxtepec”, lo que eventualmente desembocó en la toma del gobierno de Durango por parte del Gral. Juan Manuel Flores Ceniceros, al mismo tiempo que el Gral. Porfirio Díaz tomaba posesión de la presidencia de la República.


 III. LA DICTADURA PORFIRISTA Y EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN
Los principales caudillos de los “soldados del pueblo” –entre ellos Jesús González Herrera–, perdieron la vida durante la “revolución de Tuxtepec”. Sumado a lo anterior, durante la primera gubernatura del Gral. Juan Manuel Flores (1876-1880), tendieron a privilegiarse los intereses del latifundismo. En estas circunstancias, la prórroga de los periodos gubernamentales que constitucionalmente concluían en 1879, la “suspensión de garantías” en el país, así como la imposición de la candidatura presidencial del Gral. Manuel González, desencadenaron el estallido del “movimiento antirreeleccionista”, encabezado por “El Directorio” al mando del Gral. Miguel Negrete bajo el Plan de Monte Alto, Estado de México. En Durango, dicha rebelión estuvo acaudillada por el Jefe Político de Papasquiaro –Jesús Valdespino–, cuyo principal objetivo era restablecer el orden constitucional; lo que implicaba la celebración de  elecciones universales y el reparto de tierras “ociosas”. Por otra parte, a raíz de la disolución del Colegio Electoral de Mapimí (a instancias del gobierno del Estado), el jefe municipal Catarino Navarro, Ignacio Saracho y Antonio Urruticoechea –entre otros integrantes de las élites locales–, junto con los últimos reductos de los “soldados del pueblo” encabezados por Miguel Sánchez, se sumaron a las protestas e incluso a la rebelión en contra del “tuxtepecanismo”.[24] Lo cierto es que durante la presidencia del Gral. González (1880-84), una intensa política de cooptación entre las élites disidentes redujo la magnitud de las insurrecciones antiporfirista. Sin embargo, para 1884 y en vísperas de la primera reelección no sucesiva de Porfirio Díaz, las huestes de la “tradición republicana y del buen gobierno” volvieron a soliviantarse –principalmente en Zacatecas, Nayarit y Sinaloa–, esta vez bajo la dirección de Trinidad García de La Cadena y Heraclio Bernal. Finalmente, la dispersión del Ejército Regenerador de la Sierra Madre durante el proceso electoral de 1888, trajo entre otras consecuencias que el Estado de Durango se convirtiera en uno de los últimos reductos de la oposición al porfirismo en el norte de México. Por una parte, Ignacio Parra y sus “dorados” uno de los principales lugartenientes de Bernal, se convirtieron en el principal “azote de los ricos” en la Comarca Lagunera; aparentemente, bajo la protección de la familia Saracho en Mapimí. Por otra parte, la población de las rancherías endureció la resistencia en contra de la imposición de la dictadura porfirista, como en el caso de las “gavillas” encabezadas por Francisco Antonio y Ramón Escobar, entre otros.[25]

Considerando las circunstancias, en 1884 los presidentes Grover Cleveland y Porfirio Díaz acordaron el “libre paso de tropas por la frontera común” para efectos de acabar conjuntamente con el problema de la Guerra Apache. Por otra parte, en 1886 el gobierno de México promulgó una serie de leyes y bandos que permitían a las fuerzas del orden la ejecución ipso facto de los “bandoleros” sorprendidos in fraganti o que pretendieran evadirse (la llamada “ley fuga”). Aunado a lo anterior, los grandes latifundistas y las compañías foráneas fueron autorizados para sostener “guardias privadas” con el propósito de garantizar el resguardo de sus propiedades.[26] Derivado de la nueva política de seguridad nacional en el norte del país, para 1888 el gobierno de Durango declaró definitivamente liquidado el “problema indígena” en el Bolsón de Mapimí, lo que implicaba la extinción de las Siete Naciones del Nazas. No obstante lo cual, puede suponerse que tobosos, cocoyomes y conchos fueron “consumidos en las hogueras de la civilización”; o bien, tendieron a ser invisibilizados y experimentaron un proceso de “proletarización”, incorporándose como peones en la construcción de las obras de infraestructura requeridas por el despegue capitalista de la Laguna o bien como  servidumbre en los suburbios de la nueva burguesía, como en el caso de las mujeres y los niños.[27] Por otra parte, el movimiento agrario del Nazas fue arrasado violentamente durante el periodo 1885-1895, mediante una estrecha colaboración entre las fuerzas del resguardo militar, la acordada y las guardias privadas. Esto  permitió que la colonia agrícola de Zaragoza fuera absorbida por la Compañía Agrícola Industrial Colonizadora y Limitada de Tlahualilo, al mismo tiempo que Juárez, Durango, se incorporó al proceso de urbanización en Ciudad Lerdo. Finalmente, la mayor parte de las poblaciones campesinas en el Alto Nazas, tendieron a incorporarse en los nuevos enclaves de agroexportación (las haciendas porfiristas), en la forma de “sociedades de arrendatarios”, “contratistas de brazos”, a través de la conformación de los gremios de “arrieros” y “carreros” o mediante la organización de los peones y vaqueros en torno a los caporales de las haciendas.[28]

Liquidada la “cuestión indígena” y abatido el “problema del bandolerismo”, se iniciaron las gestiones para el tendido de los ferrocarriles Central e Internacional entre México y los Estados Unidos. De primera intención, los empresarios ferroviarios solicitaron al gobierno de Durango $50,000.00 pesos como subsidio para atravesar los rieles por capital del Estado y la región de los Valles. Sin embargo, el gobernador Francisco Gómez Palacio se rehusó a dicha solicitud, argumentando que un tren por el desierto  “…jamás tendría ni pasajeros ni efectos que conducir…” Pese a todo, en mayo de 1883 el gobierno federal aprobó las modificaciones hechas al trazo original, lo que eventualmente transformó la región del Nazas en el principal epicentro de comunicaciones en el norte de México.[29] Por otra parte, resulta que la negativa del gobernador Gómez Palacio para otorgar exenciones de impuestos sobre las nuevas inversiones que de manera natural se dirigían a Lerdo, provocó que dichos capitales se establecieran en Torreón.[30] Sumado a lo anterior, la oligarquía de Durango fue excluida del proceso de deslinde y colonización de la región del Nazas, como consecuencia de los “privilegios exclusivos” otorgados por el gobierno federal a favor de las élites financieras de Monterrey, Saltillo y Chihuahua, encabezados por las familias Sada y Madero. Además, la cúpula duranguense fue desplazada del ámbito de la industria textil por los  inversionistas franceses e irlandeses representados por Veyán, Aymes, Prince y McMunn, así como por los británicos y norteamericanos de la Tlahualilo Limited; grupos que se apropiaron de las principales fábricas textiles en el Partido de Mapimí, entre otras, La Concepción y La Confianza. Finalmente, los empresarios norteamericanos, prusianos y españoles avecindados en Gómez Palacio (Brittingham, Katterfield, Lavín, Luján y Cárdenas), tendieron a monopolizar el desarrollo de las “industrias nuevas”; como en el caso de la Compañía Mexicana de Dinamita, la Hulera Alemana y la Industrial Jabonera de La Laguna, etc.[31] En suma: que la renuncia de Gómez Palacio a la gubernatura y el retorno al poder del Gral. Juan Manuel Flores, se inscriben en el contexto de una creciente marginación de la oligarquía de Durango respecto del despegue capitalista en la Comarca Lagunera, lo que de manera inmediata provocó el desplazamiento de sus intereses hacia el área de influencia de la Villa de Mapimí, con vistas a controlar el mercado regional de materias primas e impulsar la rehabilitación de las actividades minero-metalúrgicas.







7. Compañía Jabonera/Tlahualilo Limited. Fuente: Archivo Brittingham/ Album de la Paz y del Progreso


Por lo que respecta al sector agropecuario, el proceso de “modernización” porfirista inició con la apropiación de los ejidos municipales y el despojo de las élites locales –principalmente  de la familia Saracho, siendo así que la mayor parte de las tierras cultivables en la municipalidad fueron declaradas “baldías” y luego resultaron adjudicadas mediante “denuncio”. Este fue el caso de las haciendas de Bellavista y Lindavista, San Antonio de Vinagrillos, San Isidro del Derrame, Pelayo y La Cadena, el Casco, La Zarca, etc.; que pasaron a propiedad de Flores, Sisniega, Curbelo, Sáenz, Núñez, entre otros. En poco tiempo, estas explotaciones se convirtieron en abastecedoras de materias primas para las industrias nuevas en Gómez Palacio y en grandes productoras de cereales y carnes para el mercado de Torreón. Además, en sus linderos se encontraban establecidas las fábricas textiles La Confianza y La Saltillera. Sumado a lo anterior, se desarrollaron otras haciendas algodoneras y guayuleras de menores proporciones como El Refugio, La Loma, Trincheras, La Estrella, Nueva España, etc., como también surgieron multitud de pequeñas propiedades, entre las que destacan las congregaciones de Vinagrillos y El Jaralito. Finalmente, la transformación de Mapimí en uno de los principales epicentros comerciales en el centro-norte de México –mediante el control ejercido a nivel local sobre las principales rutas de arriería en los desiertos del Bolsón, confluyeron en la emergencia de una incipiente industria de bienes de consumo: como fue el caso de la Fábrica de Aguas Gaseosas de Juan Nicholopulos, Jesús Mesta y Pedro Moreno, la fábrica de fideos de Patricio Woo, la “manufactura de confitería y repostería” de La Sorpresa, etc. [32] 

En relación con el desarrollo de la minería y como resultado de la “modernización” de la legislación nacional, desde 1879 el Ing. Charles Riedt recibió permiso del gobierno federal para iniciar exploraciones en las minas de La Ojuela y la Fundición de Hornillas –propiedades de la familia Urruticoechea que se encontraban en deterioro–, al mismo tiempo que el ingeniero prusiano se ocupaba en el establecimiento de la Durango-Mapimí Mining Co., en Iowa, Estados Unidos. Por otra parte, en los primeros años de la década de 1880, distinguidos integrantes de la oligarquía durangueña en asociación con prominentes miembros de la alta burocracia porfirista, conformaron la Compañía Minera de Peñoles en la Ciudad de México, empresa que solicitó y obtuvo la adjudicación La Ojuela y Hornillas. En este contexto, durante 1883, el Ing. Andrés Bermejillo –actuando a nombre de Peñoles–, contrató al Ing. Riedt para iniciar los trabajos de rehabilitación del antiguo Real de Mapimí. Simultáneamente, el Consorcio Merton, a través de su filial británica Ladenburgh and Thalman, conformó la American Metal Company (AMC) en Indiana, EU., así como la Compañía de Minerales y Metales en la Ciudad de México. Desde dicha plataforma, en 1893 la AMC inició la adquisición de las acciones de la Compañía Minera de Peñoles. De forma tal que el Ing. Carlos Riedt, como Superintendente General de la Compañía Minera de Peñoles, emprendió los trabajos de infraestructura requeridos por la Unidad Minero-Metalúrgica de Mapimí.

La construcción del Ramal procedente del Ferrocarril Central hacia Mapimí tuvo lugar entre 1896 y 1898, lo que significó el tendido de los primeros 24 kilómetros de rieles de cremallera construidos en el país. Procedentes de Bermejillo, los trenes arribaban a la estación de El Cambio, donde las mercancías y los pasajeros podían dirigirse hacia las minas de La Ojuela o bien hacia la Fundición de la Hacienda de Agua. Para arribar a La Ojuela se construyeron tres y medio kilómetros de vías decauville que ascendían 319 metros hasta donde se encontraba la Estación de La Ojuela y atravesaban el Puente Colgante utilizado para transportar el mineral extraído de la mina Santa Rita. En este caso, el sistema ferroviario con que contaba La Ojuela era de 3 locomotoras de vapor, 5 coches de pasajeros y 65 carros para la carga del mineral y combustible. Por otra parte, saliendo de El Cambio también se arribaba a la estación ubicada en la Fundición de la Hacienda de Agua. Establecimiento que asimismo contaba con un sistema ferroviario de comunicación interna que le permitía articular el trabajo en los diferentes departamentos, el cual contaba con 4 locomotoras pequeñas para el servicio de patio y 84 carros góndolas de madera.[33]







8. El “Tren Ranchero”. Fuente: The Railroad of the Compañía Peñoles.


La Fundición de la Hacienda de Agua inició sus trabajos en 1896  y pese a que se encuentra ausente en la historia de la industria siderúrgica nacional, podría ser considerada el establecimiento más grande y más moderno de su tipo en el país. En sus talleres, se obtenía poco menos de la mitad del plomo producido a nivel nacional, así como la totalidad del zinc y arsénico obtenido en la República. En este sentido, destaca la instalación de seis hornos eléctricos susceptibles de producir 150 toneladas diarias de plomo, plata y zinc. Mientras que en la planta contigua se producían alrededor de 650 toneladas mensuales de arsénico blanco refinado. Ambos establecimientos, llegaron a albergar más de 2 mil trabajadores y reportaban utilidades superiores al millón de pesos mensuales. Considerando la magnitud de los trabajos, fue indispensable desarrollar un sistema ferroviario de comunicación interna, así como también prevalecía la mecanización en los trabajos en los talleres, los cuales eran encabezados en su mayoría por técnicos norteamericanos. Además, en las oficinas centrales de la Compañía, se encontraba la estación del Tren de Mapimí, una estación telegráfica y otra telefónica. Finalmente, existió un hospital, un casino, varios hoteles, casas de alojados, restaurantes, fondas, cientos de habitaciones para empleados y trabajadores, “una casa de citas”, etc. Por último, es importante mencionar que la demanda de carbón mineral para los trabajos en la Hacienda de Agua, influyó significativamente sobre el desarrollo del Mineral de La Agujita en Sabinas, Coahuila, también propiedad de los intereses alemanes representados por Peñoles. [34]



9. Fundición de la Hacienda de Agua. Fuente: Primer Siglo de Peñoles.


Por su parte, la Compañía Minera La Ojuela y Anexas, ubicada en las estribaciones del cerro de La India, se transformó en uno de los principales enclaves mineros del norte de México, considerando que llegó a albergar más de 5 mil trabajadores y además contaba con el puente suspendido de hierro más largo de Latinoamérica. Asimismo, los tiros y contratiros tenían una extensión superior a los 400 kilómetros y una profundidad aproximada de 40 kilómetros. En estos espacios se disponía de alumbrado eléctrico, comunicación interna mediante “carros de cremallera” jalados por mulas, así como modernos sistemas de ventilación y desagüe. En la superficie, se edificó una moderna planta de trituración y ensaye. Todo lo cual producía dividendos anuales cercanos a los 5 millones de pesos. La vida cotidiana de su población giraba en torno al campo de beisbol y la Iglesia de la Santa Cruz de los Mineros. Existían centenares de habitaciones para los operarios de minas, una tienda de raya, múltiples giros comerciales, una “casa de asignación” y un “lazareto”. Sumado a lo anterior  a la sombra de las operaciones del Mineral de La Ojuela se desarrollaron un sinnúmero de pequeñas explotaciones, como lo fueron las compañías de San Juan, La Guijosa y Trinidad, entre otras. Tangencialmente, la enorme demanda de explosivos en La Ojuela, favoreció el desarrollo de la única fábrica productora de explosivos a nivel nacional, como lo fue la Compañía Mexicana de Dinamita,  propiedad de Juan Brittingham e Ignacio de la Torre (“sobrino político” del general Díaz).[35]



10. Mineral de La Ojuela. Fuente: Charles.C Hoke


Por último, es importante mencionar el desarrollo de la minería de cobre en el área de influencia de la Villa de Mapimí. Al respecto, en 1879 un ingeniero “norteamericano” de apellido Smidt –auxiliado por cuadrillas de trabajadores asiáticos–, inició la construcción de una serie de “caminos de piedra” hacia el antiguo Mineral de Hornillas. En ese mismo punto pero durante el segundo lustro de 1890, la Descubridora Mining and Smelting, invirtió “450 mil dólares en la excavación de dos tiros y niveles bajo la superficie de la mina”, para cuya explotación también se edificó “una moderna planta de vapor, dos malacates y un campamento”. Sumado a lo anterior, entre 1901 y 1902 los ingenieros Bell y Semmes dirigieron la construcción del Ramal Conejos-Descubridora, proyecto que inicialmente se proponía llevar los “trenes mixtos” hasta Guanaceví –atravesando por Santa María del Oro e Indé–, lo que no logró llevarse a cabo más allá de Descubridora. Así las cosas, para 1903 dicha compañía producía 45 toneladas de mineral con un valor aproximado de 200 mil pesos anuales. Por otra parte, el número de empleados y operarios registrados era de 400 y “10 niños”. Finalmente, las comunicaciones ferroviarias de Descubridora con el Ferrocarril Internacional incentivaron el establecimiento de otras compañías mineras como “La Cobriza”, la Compañía Minera del Progreso y la Cooper Shapley, etc.[36] 



11. Descubridora Mining and Smelting Co. Fuente: Southern Methodist University.



A la sombra del despegue de la minería industrial, la municipalidad de Mapimí recuperó su preponderancia en el contexto regional, considerando que entre 1895 y 1905 su población pasó de 12 mil a 25 mil habitantes. Mientras que en comparación, durante el mismo periodo, la municipalidad de Torreón pasó de 5 mil a 35 mil pobladores. Desde esta perspectiva, la bonanza económica experimentada en la región del Alto Nazas durante el cambio de siglo XIX-XX, trajo entre otras consecuencias, la reorganización de las instancias gubernamentales, así como la “modernización” de la infraestructura urbana y los servicios públicos, lo que implicó el tendido de redes ferroviarias, telegráficas, eléctricas y telefónicas e incluso la utilización de automóviles. En estas circunstancias, la sociedad local se diversificó hasta el grado de transformar al Real de Mapimí en una de las ciudades mineras más populosas y cosmopolitas del norte de México.[37]



12. Alameda de Mapimí. Fuente: MJHMO.


En el Partido de Mapimí, prevalecía un orden social basado en la segregación racial: por ejemplo, la “colonia extranjera” solía reunirse en el Casino de Peñoles, mientras que las principales familias mexicanas se aglutinaban en torno a la Sociedad Patriótica. Este mismo esquema podía observarse al interior de los distintos estratos sociales: tanto en las zonas habitaciones, como en las celebraciones públicas e incluso en el cementerio. Al respecto, en la cúspide de la sociedad local se encontraban los administradores alemanes de la Compañía Peñoles, los principales núcleos de la oligarquía de Durango –generalmente ausentes-, los grupos industriales de Gómez Palacio, así como los empresarios algodoneros y guayuleros de la Villa de Mapimí. Por otra parte, las autoridades políticas –la Jefatura Municipal y el Ayuntamiento–, eran encabezadas por las principales familias de comerciantes locales. Por otra parte, las clases medias estaban conformadas por el grupo de técnicos norteamericanos encargados de los talleres minero-metalúrgicos, así como por comerciantes y prestamistas de origen asiático. También entre los sectores medios se encontraban los empleados y pequeños comerciantes de origen mexicano y el grupo de  pequeños propietarios de minas y ranchos. Acerca de las clases populares, en los medios rurales la forma de organización predominante eran las “sociedades de arrendatarios”, en torno de los cuales se aglutinaban jornaleros, bonanceros, carreros, cargadores, etc. Por otra parte, los mineros se desempeñaban principalmente como “barreteros” y “operarios”, quienes se encontraban organizados alrededor del grupo de los “contratistas de minas”.

En el Mineral de Mapimí, la población masculina y femenina se encontraba relativamente compensada. Al respecto, las mujeres que no eran amas de casa trabajaban como maestras y enfermeras o en  el comercio, la servidumbre y como meretrices. En este sentido, la “conservación de las buenas costumbres” se transformó en uno de los principales asuntos de interés público durante el Porfiriato, por lo cual, en los orígenes del sistema penitenciario para mujeres, se encuentra la persecución del “clandestinaje”[38], el adulterio y el amor libre. Sobre el trabajo infantil, sabemos que había niños trabajando en la minería, principalmente en Descubridora; en tanto que la población infantil trabajadora (sobre todo huérfan@s) solían ocuparse como “mocitos” y “mandaderos” en las fábricas textiles y los establecimientos comerciales. Finalmente, en el caso de la población de la tercera edad, no parece que muchos hombres alcanzaran edades avanzadas y en cambio, muchas mujeres eran señaladas como encargadas en los prostíbulos y expendios clandestinos de licores.[39] Finalmente, en los bajos fondos de la sociedad local, deambulaban gran cantidad de comerciantes ambulantes, artistas callejeros y “antisociales de toda índole”, quienes transitaban de un poblado a otro en forma clandestina, “sosteniéndose a partir del juego, la estafa y el raterismo” y que normalmente se encontraban complicados en toda clase de “escándalos y motines”.[40]


IV. EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO
Desde 1896 y a instancias de la Jefatura Municipal de Mapimí, los trabajos en la Fundición de la Hacienda de Agua comenzaron a ser considerados de “utilidad pública”, lo cual permitió justificar un incesante traslado de presos para cumplir jornadas laborales, como pago de las “multas” derivadas por faltas administrativas, principalmente el alcoholismo: ya que el comercio y el consumo de licores así como la prostitución, se encontraban prohibidos en los establecimientos minero-metalúrgicos de la Compañía Peñoles. Desde esta perspectiva, conforme avanzó la escala de operaciones en la Fundición de Mapimí, la criminalización de los grupos populares se transformó en el principal instrumento para garantizar el abasto de mano de obra requerida para el funcionamiento regular de la Fundición, lo que representaba más del 80% de los ingresos de la Jefatura Municipal. Desde esta perspectiva, al iniciarse el siglo XX casi ningún “paisano” se encontraba a salvo de ser aprehendido y trasladado para cumplir trabajos forzados en la Fundición, lo que implicaba no sólo un grave riesgo para la salud, sino que prevalecían altos índices de mortalidad como resultado de accidentes de trabajo. Por otra parte, respecto a las condiciones laborales de los mineros en La Ojuela, si bien en un principio los operarios disfrutaban de una relativa libertad de trabajo mediante su organización en torno a los “contratistas de minas”, lo cierto es que la disminución en el ritmo de la apertura de tiros, dio paso al aumento de la explotación intensiva de los yacimientos. En estas circunstancias, la Compañía Peñoles determinó reducir la influencia de los “contratistas” en sus trabajos, principalmente a través de la introducción del sistema de pagos mediante “vales” en las tiendas de raya. Lo cual trajo como consecuencia la restricción del pago de salarios en efectivo y esto se prestó al desarrollo de un amplio mercado negro en torno a la venta de los “gastos de mina”[41] y la reventa  de los “vales” (para efectos de obtener dinero en efectivo). De manera tal, que a la persecución de los “infractores” –principalmente contratistas y revendedores–, siguió el aumento de las aprehensiones y luego la generalización del sistema laboral “correccional” también entre los trabajadores mineros de La Ojuela.[42]

Desde esta perspectiva, entre los principales antecedentes del proceso revolucionario en  Mapimí, se encuentra el aumento de la “inseguridad” asociada al recrudecimiento de las resistencias cotidianas en contra del sistema laboral “correccional”. Lo que explica el surgimiento de formas de bandolerismo urbano como las retratadas en la zaga de corridos sobre los famosos “Amigos de Mapimí”. Así las cosas, durante 1899 y 1900, este fenómeno de desobediencia civil, dió paso a la emergencia de un anarcosindicalismo fuertemente influido por el movimiento obrero estadounidense, el cual se transmitía por los rieles del Ferrocarril Internacional. Esto, se encuentra simbolizado por ejemplo en el caso del “robo al tren del oro”, protagonizado por John Parrish y sus cómplices en contra de Peñoles y que incluso inspiró el primer clásico del western norteamericano “The Great Train Robery”. En los primeros años del siglo XX diversos sectores de clase media se sumaron a las protestas contra el “régimen de esclavitud” que pesaba sobre los trabajadores minero-metalúrgicos en el Alto Nazas, lo cual representa el punto de partida para la organización de los núcleos precursores del PLM en La Laguna. Simultáneamente, destaca la persecución gubernamental en contra de los comerciantes independientes en la Fundición y La Ojuela como consecuencia del aumento de sus reclamos en contra el monopolio ejercido por los socios comerciales de Peñoles a través de las “tiendas de raya”. Conflicto que representó el punto de partida para la organización de los movimientos de oposición política relacionados al surgimiento del antireeleccionismo. En este contexto, el envenenamiento con arsénico que sufrió la población de Ojuela durante el verano de 1902 –tragedia que la población local atribuía a los administradores de la Compañía como represalia contra las “guelgas” y “boicots” que iban es ascenso, significó el punto de partida para la organización de “conspiraciones”. En estas circunstancias, la intervención de los socios de Peñoles en el comercio de la carne –controlado hasta entonces por la “aristocracia local”–, levantó airadas protestas por parte de los integrantes del Ayuntamiento, quienes comenzaron a enfrentarse en contra de la Jefatura Municipal, estrechamente vinculada a los intereses de Compañía. Finalmente, la “redistribución de los egidos y los cauces agua” –en el contexto de las disposiciones federales de 1905–, trajeron como consecuencia graves conflictos entre los grandes propietarios del Partido y las principales compañías foráneas, quienes resultaron ser las principales beneficiarias de las nuevas “concesiones”. De ahí se comprende que durante el otoño de 1906, los núcleos oligárquicos del Partido de Mapimí comenzaron a involucrarse en el movimiento reyista “en contra de los extranjeros”, así como con el financiamiento de las primeras “partidas de revoltosos” que comenzaron a atacar de manera sistemática las propiedades del Tlahualilo y Peñoles entre Mapimí y Bermejillo.[43]

Como consecuencia de la crisis económica internacional de 1906 –durante la “parálisis minera” de 1907–, la desocupación, el hambre y las epidemias que asolaban a las clases populares, generaron un importante incremento de la criminalidad e incluso se suscitaron diversos “motines”, incendios y saqueos, lo que conllevó al endurecimiento de la persecución policiaca. En esta coyuntura, el retroceso económico y el aumento de los conflictos sociales, trataron de solventarse mediante la “concesión de tierras” para la extracción de guayule entre los mineros en paro. Sin embargo, la prolongación de la crisis económica determinó que incluso las élites regionales comenzaran a disputar estos espacios con respecto de las “sociedades de concesionarios” beneficiados por los repartos. Desde esta perspectiva, el retiro de los permisos para la explotación colectiva de guayule desembocó en un desconocimiento generalizado de las autoridades políticas, lo que coincidió con el estallido de la sublevación pelemista en el verano de 1908, insurrección que fracasó en su intento de ocupar Jiménez, Chihuahua, Viesca, Coahuila y el Tlahualilo, Durango. A partir de estas circunstancias, los grupos revolucionarios precursores del Bolsón de Mapimí se refugiaron en la Sierra de La Muerte, región que se transformó en su principal terreno de operaciones. Habida cuenta, en el contexto de la recuperación económica de 1909, las tendencias monopólicas del capital foráneo se profundizaron. Esto conllevó la quiebra de muchos empresarios regionales, lo que influyó sobre el involucramiento de algunos segmentos de las élites laguneras en el movimiento maderista (como fue el caso de los hermanos Lavín). Eventualmente, la represión de las protestas contra el “fraude electoral” que llevó a la última reelección de Díaz, desembocó en el levantamiento antirreeleccionista del 20 de noviembre de 1910 encabezado por Jesús Agustín Castro, el cual fracasó en su intento por tomar Gómez Palacio. Grupos de insurrectos que también se sumaron a las partidas revolucionarias pelemistas en la Sierra de La Muerte y que para entonces ya controlaban las sierras del Rosario, de Banderas y el Cañón de Fernández. Finalmente, durante la primavera de 1911 las divisiones del Nazas del Ejército Libertador y del Ejército Antirreelecionista      –procedentes de la municipalidad de Mapimí–, se lanzaron sobre Torreón; ciudad que cayó en poder de las fuerzas revolucionarias laguneras el 15 de mayo del mismo año. Diez días después de estos acontecimientos –y tras la toma de Ciudad Juárez, de la ciudad de Cuautla y el asedio sobre Monterrey-, el Gral. Porfirio Díaz renunció a la Presidencia de la República. [44]







13.Revolucionarios durante la primera toma de Torreón. Fuente: Historia Gráfica de la Revolución Mexicana (HGRM)



La confrontación y fractura del movimiento revolucionario lagunero durante el interinato presidencial de León de la Barra –acotado por los Tratados de Ciudad Juárez–, se explica en primer lugar como consecuencia de la determinación de Emilio Madero –jefe del Ejército Antirreeleccionista–, por condicionar la instrumentación de las “reformas sociales” al licenciamiento del Ejército Libertador. En segundo lugar, destaca la persistencia de las autoridades de Torreón por intervenir en los asuntos de Mapimí, lo que generó diversos enfrentamientos con respecto del gobierno revolucionario de Durango, encabezado por el Dr. Luis Alonso Patiño. En tercer lugar, las maniobras de maderistas y “científicos” para el desplazamiento de los grupos populares de las Jefaturas de Cuartel, precedió al incremento de los enfrentamientos entre ambos grupos con el objeto de garantizar la nominación y el triunfo de sus candidatos en las elecciones extraordinarias. En cuarto lugar, la creciente debilidad del régimen maderista conllevó el restablecimiento de los grupos exporfiristas en las jefaturas de Partido, así como también el ejército federal reinició las campañas militares en contra de los exrevolucionarios. Este conjunto de circunstancias determinaron el estallido de la huelga general en Mapimí durante el verano de 1911  la más importante en la historia de Durango, movimiento que involucró un contingente aproximado de diez mil trabajadores. Bajo su sombra, se multiplicaron las expropiaciones de cosechas así como las ocupaciones de tierras, lo cual en el contexto del manifiesto magonista del 23 de septiembre de 1911 –donde se convocaba a “profundizar la revolución en contra de la burguesía”–, conllevó una abstención generalizada durante los comicios que llevaron a Madero y Pino Suárez a la Presidencia de la República. E incluso, entre las poblaciones donde las elecciones se efectuaron, las autoridades gubernamentales se negaron a reconocer el triunfo de los candidatos populares. En el caso de Mapimí, la “imposición” de Gustavo V. Martínez como presidente municipal –a instancias de la Jefatura Política de Lerdo–, desencadenó una serie de levantamientos encabezados por Ceferino González y Alberto Figueroa. Finalmente, la destitución del gobernador electo de Durango (a instancias del Presidente Madero) conllevó la sublevación de los cuerpos irregulares en La Laguna duranguense, encabezados por Pablo Lavín y Jesús José Campos. Finalmente, los diversos grupos que se insurreccionaron en el Partido de Mapimí durante la primavera de 1912 terminaron por incorporarse en las filas de la coalición obrero-campesina representada por la rebelión del Pacto de la Empacadora.[45]


Los “colorados” de Chihuahua, encabezados por Pascual Orozco, José Inés Salazar, Emilio Campa y Demetrio Ponce, se propusieron avanzar sobre Torreón acantonándose en Jiménez. A estos contingentes se sumaron los “colorados” de la Laguna comandados por Benjamín Argumedo, Enrique Adame Macías, el Indio Mariano Reyes, Cheché Campos y Pablo Lavín, grupos que se apertrecharon entre las sierras de La Muerte y Banderas, así como en el Cañón de Fernández. El propio Secretario de Guerra de Madero encabezó las hostilidades en contra de los rebeldes, sin embargo, las fuerzas federales fueron derrotadas estrepitosamente en la primera batalla de Rellano. A partir de estas circunstancias, el Presidente Madero designó al Gral. Victoriano Huerta –verdugo de los zapatistas de Morelos–, como jefe de operaciones militares en Torreón, quien decidió acantonar sus fuerzas en la Villa de Mapimí, al mando de los generales regulares Salvador  Mercado, Aureliano Blanquet y Fernando Trucy Aubert. Fuerzas que además contaron con el apoyo de las tropas de Emilio Madero, Venustiano Carranza y Abraham González, así como también se incorporaron los irregulares de Doroteo Arango, Calixto Contreras y Mariano Arrieta, entre otros jefes populares del maderismo en Durango. Sobra decir que en el transcurso de estos acontecimientos, Mapimí resintió la presencia de un ejército de “ocupación”, se trabaron sangrientos combates entre las tropas del gobierno y los rebeldes, como también se cometieron toda clase de excesos, principalmente en contra de las poblaciones rurales.[46]







14. Victoriano Huerta, Emilio Madero y Pancho Villa/ Fusilamientos en Mapimí (1912). Fuente: Archivo Casasola/ Museo-Casa Benito Juárez e Historia de Mapimí y La Ojuela.


Después de la victoria de las fuerzas gubernamentales durante la segunda batalla de Rellano, el General Victoriano Huerta decidió desplazar a los principales jefes irregulares maderistas –Villa, Contreras y Arrieta–, so pretexto de insubordinación, lo que conllevó su prisión en la Ciudad de México. Simultáneamente, se fomentó la integración de “Cuerpos de Voluntarios” en aquellas regiones “donde la Revolución no había tenido eco”. De forma tal que al ejército exporfirista se incorporaron los “Azules” –trabajadores ferroviarios procedentes de Saltillo–, así como los Voluntarios del Potosí, de Monclova y Parral, entre cuyos jefes destacan Francisco Sánchez, Pablo González, Francisco Murguía y Cesáreo Castro. Por lo que respecta a las fuerzas rebeldes, se organizaron las Defensas Sociales (integradas por trabajadores minero-metalúrgicos). Estrategia que aunada a la utilización sistemática de dinamita y a la emergencia de una incipiente industria militar en torno a Jiménez, Chihuahua, dio como resultado que a mediados de 1912, resultara evidente la superioridad militar del movimiento lagunero opositor al maderismo. No obstante, en esta coyuntura Ricardo Flores Magón –bajo la influencia del anarquismo norteamericano–, lanzó diversos llamamientos  a los insurrectos del norte del país para desertar de las filas orozquistas, acusando a sus dirigentes de “ir protegiendo en todo momento los intereses de los ricos”. Debido a que los “colorados” se rehusaban a imponer la política de saqueos o “expropiaciones”, sostenida por el Junta Central del PLM. Finalmente, dicha guerra de rumores, aunado a una estrategia militar desastrosa por parte del Gral. Pascual Orozco, determinó la derrota de los rebeldes del Pacto de la Empacadora primero en Conejos, luego en Cuatrociénegas y finalmente en el Cañón de Bachimba.[47]






15. Fuerzas del Pacto de la Empacadora. Fuente: Historia Gráfica de la Revolución Mexicana.


Desde mediados de 1912, el movimiento revolucionario lagunero tendió a distanciarse respecto del magonismo y el  orozquismo. Así las cosas, los “leones” de la Laguna continuaron “revolucionando por su cuenta” en el área de influencia de la ciudad de Torreón, reforzados por las fuerzas expelemistas procedentes de Zacatecas. En estas circunstancias, a partir de agosto de 1912 la guerra civil en la Laguna volvió a recrudecerse, lo que trajo como consecuencia violentos ataques sobre Mapimí, Zaragoza del Tlahualilo y Dinamita. En esta coyuntura, se suscitaron los trágicos acontecimientos relacionados con la batalla de El Derrame, donde las fuerzas del gobierno maderista fueron arrasadas, hasta el grado de que el Indio Mariano ordenó “pasar por las armas” a toda línea de oficiales del ejército regular en la Comarca Lagunera. Por esta razón, en noviembre de 1912 el Gral. Joaquín Téllez fue relevado al frente de las operaciones militares en el centro-norte del país, siendo sustituído  por el Gral. Salvador Mercado lo que trajo como consecuencia  el inicio de sangrientas campañas en contra de las poblaciones civiles. Asociado a lo anterior, “por un golpe de suerte”, las fuerzas de Pablo González lograron la captura y ejecución del Indio Mariano, principal cabecilla popular del movimiento revolucionario en el área de influencia de Mapimí. A pesar de todo, para principios de 1913 los “colorados laguneros” encabezados por Benjamín Argumedo y Jesús José “Cheché” Campos continuaban avanzando sobre Torreón, al mismo tiempo que aumentaba la deserción de los soldados federales para incorporarse a los rebeldes y asimismo, se profundizaban las desavenencias entre las fuerzas regulares y los cuerpos de voluntarios del ejército maderista.[48]

Como consecuencia de la Decena Trágica y el derrocamiento del régimen maderista, las fuerzas encabezadas por Argumedo y Cheché Campos se incorporaron como irregulares al régimen huertista, sobre la base del reconocimiento de las ocupaciones de tierras y la implementación de los derechos laborales. En estas circunstancias, durante la gubernatura de Jesús Perea y bajo el resguardo de los “colorados”, en el Partido de Mapimí comenzó a restablecerse el orden, lo que trajo como consecuencia el reinicio de los trabajos en La Ojuela y la Fundición, así como un incesante arribo de trabajadores inmigrantes. Sin embargo, el retorno a la guerra civil como consecuencia de los levantamientos encabezados por el gobernador de Coahuila –Venustiano Carranza–, en contra del “gobierno usurpador de Huerta”, influyó sobre la militarización del aparato productivo regional, hasta el punto de proscribirse el derecho de huelga y someterse a los trabajadores recién inmigrados a un régimen cuartelario. Por otra parte, las Defensas Sociales, comenzaron a actuar como “escuadrones de exterminio” en contra de la disidencia, lo que favoreció la penetración regional del discurso “civilista” enarbolado por las fuerzas del Plan de Guadalupe. [49] 

En febrero de 1913 Manuel Chao, Maclovio Herrera, Tomás Urbina Reyes y Román Arreola, avanzaron desde Las Nieves e Indé sobre El Oro, Durango; luego ocuparon Santa Rosalía, Santa Bárbara e Hidalgo de Parral, Chihuahua; finalmente, en el mes de marzo lograron tomar Mapimí. Sin embargo, fueron desalojados por los “colorados” de Emilio Campa, al mismo tiempo que los exmaderistas de Cuencamé –encabezados por Calixto Contreras y Orestes Pereyra–, fueron derrotados por las tropas del Cheché Campos. Con motivo de estas circunstancias, Urbina y Contreras se replegaron a Camargo, Chihuahua, donde en unión de la Brigada Villa conformaron la División del Norte del Ejército Constitucionalista. Acto seguido, las fuerzas de Doroteo Arango se dirigieron a combatir en Chihuahua, mientras que Urbina organizó el Ejército Popular Durangueño y tras la toma de la capital del Estado, nuevamente dirigió sus baterías hacia Torreón. Donde sin embargo, los generales Emiliano Bravo y Jesús José Campos lograron contenerlos. Desafortunadamente, después de la victoria gubernamental en Torreón y aduciendo insubordinación, el general huertista Bravo ordenó pasar por las armas a los principales jefes de los “colorados” laguneros: Luis Caro, Pablo Lavín, José Orozco y Juan Pablo Estrada. Por lo cual, Cheché Campos desertó de las filas del gobierno, tras de lo cual fue capturado y ejecutado por las fuerzas de Calixto Contreras el 26 de julio de 1913. Considerando que el segundo ataque sobre Torreón por parte del Ejército durangueño también fue repelido por las fuerzas de los generales Felipe Alvírez y Benjamín Argumedo, Pancho Villa y sus “dorados” acudieron a reforzarlos. Al respecto, como resultado de los combates por Juárez, Durango, fueron capturados y fusilados todos los oficiales de línea del ejército huertista en la Laguna, lo que orilló al Gral. Alvírez al suicidio. Acto seguido, la División del Norte avanzó sobre Mapimí, Bermejillo, Lerdo, Gómez Palacio y Torreón, ciudad que cayó en poder de las fuerzas encabezadas por Pancho Villa y Felipe Ángeles en octubre de 1913. Sin embargo, la retirada de la División del Norte hacia Chihuahua favoreció el reposicionamiento de los “colorados” de Argumedo en La Laguna. Por último, después de la derrota de los “colorados” de Chihuahua en Ojinaga, los villistas regresaron para ocupar Torreón en definitiva. Así las cosas, el 24 de marzo de 1914 se inició su avance sobre el Tlahualilo, Bermejillo, Mapimí, Gómez Palacio, Lerdo y Torreón, que cayó en su poder el 3 de abril del mismo año. Esto, debido a que el general huertista Refugio Velasco tocó retirada sin previo aviso, “en el momento en que colorados y villistas trababan batallas cuerpo a cuerpo”. La resistencia gubernamental se replegó sobre San Pedro de las Colonias, donde la matanza fue todavía más espantosa, debido a que Velasco nuevamente abandonó la plaza. Finalmente, los sobrevivientes de la catástrofe de Torreón se concentraron en la ciudad de Zacatecas, donde fueron liquidados definitivamente por la División del Norte en junio de 1914. [50]

En el transcurso de las batallas por Torreón durante 1913-14, la mayor parte de los intereses extranjeros que fueron afectados por la División del Norte correspondieron a españoles, alemanes, británicos y chinos. No obstante, el gobierno norteamericano -a semejanza de lo ocurrido en las postrimerías de la presidencia de Madero-, comenzó a elevar el tono de sus protestas en contra de la incapacidad del gobierno mexicano para garantizar la vida y propiedades de sus ciudadanos en la Laguna y esto determinó el desplazamiento de Huerta de la Presidencia. Debido a la magnitud de los enfrentamientos bélicos durante este periodo, el área de influencia de la Villa de Mapimí quedó prácticamente destruida. E incluso cuando el Gral. Tomás Urbina se encontraba al frente de la jefatura de armas en los desiertos de Durango, lo cierto es que los “colorados” continuaron representando una amenaza durante la segunda mitad de 1914, al mismo tiempo que en el contexto de la ruptura Villa-Carranza, el Partido de Mapimí sufrió múltiples intentos de intervención por parte de las fuerzas revolucionarias procedentes de Coahuila.

No obstante, el pacto Villa-Argumedo en vísperas de la Convención de Aguascalientes, determinó el restablecimiento de la paz en La Laguna duranguense. Por ello, bajo la jefatura municipal de Antonio Porras en Mapimí, pudieron emprenderse esfuerzos tendientes a la rehabilitación de la infraestructura urbana, como también se reactivaron los trabajos minero-metalúrgicos de Peñoles y se inició el proceso de reforma agraria -en los términos de la legislación emitida durante la gubernatura del Ing. Pastor Rouaix-, lo que significó que a principios de 1915 Zaragoza del Tlahualilo y San Isidro del Derrame resultaran beneficiadas con la “inmediata posesión provisional” de tierras. En este contexto, se desencadenó la guerra civil entre convencionistas y constitucionalistas. Sin embargo, considerando que el algodón y el guayule de La Laguna se convirtieron en la principal fuente de recursos para el Ejército Convencionista, lo cierto es que durante 1915 Mapimí experimentó un importante desarrollo económico. De forma tal que la utilización de plata como moneda de cambio incentivó el desarrollo del comercio, a lo que siguió  el fomento de  la explotación colectiva de las haciendas (o la dotación de pequeñas propiedades) y el incremento en la escala de operaciones de los trabajos minero-metalúrgicos (e incluso se emprendieron gestiones para la construcción de un hospital municipal). Sin embargo, tras las derrotas del convencionismo en Celaya y El Ébano, lo cierto es que a principios de 1916 la economía lagunera colapso: debido en parte al agotamiento de los recursos invertidos durante la guerra y otro tanto por el sostenimiento de los ejércitos en retirada hacia la frontera con los Estados Unidos. [51]



17. Pastor Rouaix/Tomas Urbina/ Severino Ceniceros (HGRM)


V. EL SISTEMA POSREVOLUCIONARIO
Desde fines de 1915, el establecimiento del régimen “preconstitucional” en la Comarca Lagunera trajo entre otras consecuencias, el desarrollo de una violenta ocupación militar, la imposición de un régimen contrarrevolucionario, la desarticulación del aparato productivo regional, así como el recrudecimiento de la represión en contra de las poblaciones civiles. Por ejemplo, se generalizó  el incendio y  “demolición” de las poblaciones vinculadas al convencionismo y se impuso la  “deportación” de sus habitantes hacia Torreón y Durango. En estas circunstancias, el Gral. Benjamín Argumedo regresó a la región del Nazas, escoltando la última presidencia de la Convención Revolucionaria. No obstante, tras la claudicación de Lagos Cházaro y afectado por la tuberculosis, Argumedo se replegó al norte de Zacatecas, donde fue aprehendido y luego trasladado a Durango, donde fue fusilado por órdenes del Gral. Francisco Murguía el 28 febrero de 1916 (acontecimiento que significó la eliminación del último caudillo de los “colorados” laguneros). Diez días después de la muerte de Argumedo, la campaña guerrillera en el norte de Chihuahua –encabezada por Pancho Villa y sus “dorados”– devino en el ataque de Columbus, Nuevo México. De forma tal que a instancias de Venustiano Carranza, se reestablecieron  los acuerdos de 1884 sobre el “libre paso de tropas en la frontera común”, lo que antecedió a  la Expedición Punitiva, cuyo principal terreno de operaciones fue el Bolsón de Mapimí. En estas circunstancias, durante las gubernaturas de Arnulfo González y Fortunato Maycotte se pactó una tregua entre constitucionalistas y convencionistas durangueños, para efectos de contener la invasión norteamericana. Sin embargo, en dicha coyuntura los principales generales que se amnistiaron fueron ejecutados a mansalva antes de poder entrar en combate por pistoleros al servicio de Pablo González y Joaquín Amaro, como en el caso de Calixto Contreras y José Isabel Robles.[52]


 

18.  Arnulfo González/ Francisco Murguía/ Fortunato Maycotte. (HGRM)


Habida cuenta, el movimiento guerrillero encabezado por Pancho Villa en el Bolsón de Mapimí (conocido como “La Villada”), se intensifico en el contexto de la hambruna prevaleciente durante el segundo semestre de 1916. En estas circunstancias, la Casa del Obrero Mundial convocó a la huelga general, mientras que el presidente Carranza decretó la pena de muerte en contra de los trabajadores en paro. Considerando la influencia de la COM en la región lagunera, se comprende el resurgimiento de la División del Norte en el área de influencia de Torreón, ciudad que fue ocupada por las guerrillas villistas –procedentes de  Mapimí–,  en diciembre de 1916. Con el propósito de combatir a los rebeldes, el gobierno carrancista restableció la legislación de 1886, referente a la ejecución ipso facto de los “gavilleros” aprehendidos infraganti. En estas circunstancias, el nuevo gobernador Gabriel Gavira Castro, comisionó a Francisco Murguía para combatir a los rebeldes, contando con el apoyo de las fuerzas de Cesáreo Castro, lo que influyó sobre su dispersión, principalmente hacia San Pedro del Gallo y Sierra Mojada.[53]


Como consecuencia de la promulgación de la Carta Magna de 1917, el Gral. Domingo Arrieta León fue electo primer gobernador constitucional de Durango. Entre sus primeras disposiciones, se propuso combatir la hambruna que asolaba las poblaciones, mediante la promulgación del “decreto sobre tierras ociosas”. En este contexto, se formó el Sindicato de Campesinos Agraristas de Durango bajo la dirección de Terrones, Andrade y Urruticoechea. En Mapimí, estas medidas trajeron como  consecuencia la restitución de tierras a favor de la antigua colonia agrícola de Juárez, como también se iniciaron los trámites para la dotación de maquinaria a favor de la “colonia obrera de Bermejillo”. A nivel local, bajo la jefatura municipal de Francisco Dávila, se iniciaron diversos procedimientos de embargo, así como la  reasignación de muchas propiedades abandonadas, la mayor parte de estas medidas, contrarias a los intereses de exhuertistas y exconvencionistas (lo que representó un importante incentivo para su retorno del exilio).  Asimismo, con el objeto de revertir  la bancarrota del erario público, entre fines de 1917 y principios de 1918 se emprendió la actualización del cobro de contribuciones en el sector industrial, lo que fue acompañado por el fomento del sindicalismo. En estas condiciones, se registró el establecimiento de la Mesa Local No. 7 de los Trabajadores Industriales del Mundo entre los mineros de La Ojuela, mientras que el gobierno del Estado emprendió diversos esfuerzos tendientes hacia la colectivización de la Fundición de Mapimí.[54]





19. Domingo Arrieta/ Masones de Durango (HGRM)

Sin embargo, en Mapimí las primeras elecciones municipales en el marco de la nueva Constitución, dieron como resultado el triunfo de la planilla “exconvencionista”; lo que desde principios de 1918 desembocó en una serie de enfrentamientos con respecto del gobierno del Estado. Así las cosas, en el contexto de la presidencia municipal de Antonio Porras –quien fuera jefe municipal en la época Urbina–, las autoridades locales obstaculizaron el ajuste de las contribuciones, la revaluación y el proceso de expropiación de la Unidad Peñoles Mapimí. E incluso, fue decretada una exención de impuestos a favor de dicha Compañía y la fábrica del Tlahualilo, con el propósito de asegurar el abasto de granos básicos entre la población local. Por otra parte, el Ayuntamiento redujo los impuestos sobre la propiedad raíz y se emprendió la reexpedición de títulos de propiedad con el objeto de revertir los “despojos”. En este contexto, destaca el hecho de que las principales “dotaciones de tierra” realizadas durante este periodo representaron pequeñas propiedades. Por último, la administración de Porras enfrentó la epidemia de “influenza española”, lo que implicó el fallecimiento de dos terceras partes de la población en el Partido de Mapimí, así como la virtual desaparición de muchas poblaciones rurales, principalmente Zaragoza y El Derrame, aunque también se diezmaron de manera importante las áreas urbanas de Mapimí, La Ojuela y Bermejillo.

A principios de 1919, se celebraron las segundas elecciones municipales del periodo posrevolucionario, lo que conllevó la imposición del carrancista Antonio Quiroz –jefe municipal durante la jefatura militar de Murguía-, al frente de la presidencia de Mapimí. E incluso cuando en el transcurso de dicha administración el establecimiento de la Respetable Logia Simbólica “Amor y Progreso” No. 8 favoreció la conciliación de intereses al interior de las élites locales; lo cierto es que una de las primeras consecuencias de la mortandad provocada por la influenza, así como de las controvertidas elecciones de 1918, fue el resurgimiento de los focos guerrilleros encabezados por Canuto Reyes –quien fuera lugarteniente de Argumedo–, y Ángel Méndez. En estas circunstancias, las autoridades locales se demostraron impotentes para contener el resurgimiento de la violencia política, debido fundamentalmente a que el erario público se encontraba en bancarrota. Por otra parte, durante el segundo semestre de 1919 las guerrillas encabezadas por Pancho Villa establecieron un control efectivo alrededor de San Pedro del Gallo desde donde comenzaron a orquestar diversos ataques sobre Torreón y Durango. E inclusive, cuando el general Murguía volvió a ser comisionado por Carranza para reducir a los rebeldes del Plan del Río Florido –y esto permitió la captura y ejecución del Gral. Felipe Ángeles en Sierra Mojada–, lo cierto es que la represión indiscriminada por parte de las instancias gubernamentales provocó la agudización de los enfrentamientos armados, considerando además que en este periodo aumentaron dramáticamente los secuestros y asesinatos en contra de la comunidad extranjera.

En el contexto del colapso económico provocado por la guerra civil en México y frente a la inminente derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, la administración de Peñoles clausuró la Fundición de Mapimí. La mayor parte de su maquinaria pasó a formar parte de la Fundición No. 2 de Monterrey y sus principales establecimientos fueron dinamitados. Posiblemente para obstruir su utilización por parte de los nuevos gerentes norteamericanos, en el marco de la incautación decretada por el fideicomiso bélico Allen Property Custodian. Desde esta perspectiva, si bien el Mineral de Mapimí floreció a la sombra de la Fundición de la Hacienda de Agua desde 1896, su clausura y desmantelamiento a fines de 1919 trajo como principal consecuencia la decadencia económica de la región del Alto Nazas. Sumado a lo anterior, el retiro de las inversiones alemanas en Mapimí, influyó sobre el armisticio de las guerrillas villistas, debido a que buena parte de sus ingresos procedían de las cuotas pagadas por Peñoles a cambio de protección. Como sea, en la coyuntura de la Revuelta de Aguaprieta y tras el asesinato de Carranza, a principios de 1920 los últimos reductos de la División del Norte entregaron las armas en Zaragoza del Tlahualilo, lo que representa el término de la guerra civil y los orígenes del proceso de pacificación en la Comarca Lagunera.[55]






20. Jesús Agustín Castro/Agraristas de Durango (HGRM)


Al calor de las batallas de la Revuelta de Agua Prieta,  el Gral. Domingo Arrieta fue sustituido en la gubernatura por el dirigente obrero Enrique Nájera. Luego entonces –ya durante la presidencia del Gral. Alvaro Obregón-, el Gral. Jesús Agustín Castro fue electo gobernador constitucional de Durango para el periodo 1924-1928. En Mapimí, esto trajo como consecuencia el desplazamiento del carrancista Antonio Quiroz y la elección del líder agrario Antonio Urruticoechea al frente del gobierno municipal. Sin embargo, al  iniciarse el primer lustro de 1920, se registró la clausura del último establecimiento industrial que sobrevivía del periodo porfirista: la Fábrica de Aguas Gaseosas y Confitería de Juan P. Nicholopulos, Jesús Mesta y Pedro Moreno. Y pese a la buena disposición de las instancias gubernamentales para la distribución de tierras, lo cierto es que la transformación de distinguidos exgenerales carrancistas en hacendados, impidió que los pocos núcleos campesinos que quedaban en pié se atrevieran a solicitar dotaciones agrarias por temor a las represalias de los “amos”. Finalmente, a raíz de la epidemia de viruela de 1921, el Partido de Mapimí fue segregado entre los municipios de Mapimí, Lerdo, Gómez Palacio y Tlahualilo, mientras que al promediar la década de 1920, las poblaciones en la vertiente izquierda del Nazas no alcanzaban en conjunto  ni siquiera los cinco mil habitantes.


EPÍLOGO
En el transcurso del Maximato (1928-1934) la crisis económica internacional provocó la parálisis de la minería, de forma que la desocupación prevaleciente desencadenó una persecución indiscriminada en contra del sindicalismo por parte de las instancias gubernamentales. En este contexto, entraron en apogeo las “vinaterías” –haciendas productoras de sotol–, las cuales representan el principal antecedente de la empresa vitivinícola a nivel regional.

Por otra parte, desde el sexenio cardenista y hasta el gobierno de Miguel de la Madrid, el municipio de Mapimí fue una cooperativa minera y  floreció el sistema ejidal: primero a la sombra de la cuenca lechera de Gómez Palacio; segundo, por el desarrollo de la industria textil y automotriz en Torreón y tercero, por el establecimiento de la industria avícola y otras de agroexportación.

A partir de las reformas salinistas, el fenómeno de la transnacionalización económica vinculado al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, trajo aparejado un intenso proceso de emigración internacional, principalmente entre la población masculina, a lo que siguió la generalización del trabajo femenino en las maquiladoras. Finalmente, durante el cambio de siglo XX-XXI el otorgamiento de concesiones para la rehabilitación de la minería –principalmente a favor de empresas canadienses–, fue acompañado por el incremento de la  “inseguridad” asociada al narcotráfico. Afortunadamente, los últimos años las zonas limítrofes entre Durango, Chihuahua y Coahuila han retornado a la calma.

En 1998 se celeb el cuarto centenario de la fundación de la Villa de Santiago y en ese contexto Mapimí fue elevado al rango de Ciudad. Doce años después, el 1 de agosto de 2011, el conjunto arquitectónico de Mapimí (incuyendo las ruinas de la Fundición de Hacienda de Agua) y la mina de La Ojuela, fueron declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, como parte del Camino Real de Tierra Adentro. Por último, el 27 de noviembre de 2012, el Real de Mapimí recibió la primera declaratoria como Pueblo gico otorgada por la Secretaría de Turismo para el Estado de Durango. Por esta razón, actualmente se realizan múltiples esfuerzos para proyectar el municipio, como uno de los principales polos ecoturísticos en el norte del país las próximas cadas.























[1] Véase Leticia González Arratia: Ensayos sobre la Arqueología de Coahuila y el Bolsón de Mapimí, Archivo Histórico de Saltillo, Saltillo, 1992.

[2] Carlos Montaña Carubelli: Estudio integrado de los recursos, vegetación, suelo y agua en la Reserva de la Biósfera de Mapimí, Instituto Nacional de Ecología, México, 1988.
[3] Chantal Cramaussel Vallet: “De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya central” en, Marie-Areti Hers Stutz (et al.): Nómadas y sedentarios en el norte de México UNAM, México 2000.
[4] Luis González Rodríguez: “Los Tobosos, bandoleros y nómadas. Experiencias y testimonios históricos (1583-1849) en, Marie-Areti Hers Stutz (et al.): Nómadas y sedentarios en el norte de México  UNAM, México, 2000.
[5] Pablo Martínez del Río: La Comarca Lagunera a fines del siglo XVI y principios del XVII, según las fuentes escritas, Instituto de Historia de la UNAM, México, 1954; P.p. 64.
[6] Agustín Churruca Peláez et al.: El Sur de Coahuila en el Siglo XVII,  ENORME, Torreón, 1994 ;P. p. 291.
[7] Antonio Arreola Valenzuela y Miguel Vallebueno Garcinava: Mapimí: cuatro siglos de glorioso pasado y esforzado porvenir ASISTE, México, 1998; P.p. 12
[8] Miguel Vallebueno Garcinava: “Descripción Topográfica de la Villa, Real y Minas de Santiago de Mapimí”, en Transición #11, julio de 1993, Instituto de Investigaciones Históricas-U.J.E.D P.p. 65-93.
[9] Sergio Antonio Corona Páez: “Don Diego de Valdés El Atila de Mapimí” en El Siglo de Torreón, 6 de noviembre de 2011, http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/675077.don-diego-valdes-el-atila-de-mapimi.html; 15 de enero de 2015, 16:00 hrs.
[10] Edith González: “Celebran el hallazgo del Señor de Mapimí” en, El Siglo de Torreón, 30 de agosto de 2014, http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1032093.celebran-el-hallazgo-del-senor-de-mapimi.html; 15 de enero de 2015.   
[11] Ricardo Covarrubias: Caudillos de la Independencia de México, Edición del Autor, Monterrey,1987, p. 19
[12] Ibídem.
[13] Eduardo Guerra: Historia de La Laguna: Torreón, su origen y sus fundadores, Editorial Casán, Torreón, 1957; P.p. 57-60.
[14] Véase José Manuel López Olivas: Anales de Mapimí, Centro de Documentación, Torreón, 2004 y “Los terratenientes de Mapimí y su incipiente nacimiento a la burguesía”, INÉDITO (2008). 
[15] Véase Robert M. Utley: The Indian Frontier of the American West, 1846-1890, University of Nuevo Mexico, Albuquerque, 1987.
[16] George F. Ruxton: Aventuras en México. El Caballito, México, 1974; P.p. 145,152.
[17] Véase Antonio Arreola Valenzuela: “Apaches y comanches en Durango” en, Transición 23, IIH/UJED, Durango, diciembre 1996, P.p. 33-46.
[18] Véase Gustavo de Anda: El Cardenismo. Desviación Totalitaria de la Revolución Mexicana. Edición del Autor, México, 1974.
[19] Martha Suárez: “El movimiento de los Tulises y los Soldados del Pueblo en La Laguna” en, Transición 22, Instituto de Investigaciones Históricas-UJED, Durango, 2001; P.p.15-16.
[20] Miguel Vallebueno Garcinava: “Algodón y ferrocarriles. El desarrollo de la Comarca Lagunera” en, Transición 12, IIH/UJED, Durango, octubre de 1992; P.p. 28-35.
[21]   Jesús Sotomayor Garza: Anales Laguneros, Enorme/Ayuntamiento de Torreón, Torreón, 1992; P.p. 79-80.
[22] Véase Manuel Plana: El reino del algodón en México: la estructura agraria de La Laguna, 1855-1910. Ayuntamiento de Torreón, Torreón, 1991.
[23] José de la Cruz Pacheco Rojas: Breve Historia de Durango. FCE/COLMEX, México, 2001; P.p. 189-190.
[24] Secretaría de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Comisiones Unidas primera de Puntos Constitucionales y segunda de Justicia: Proyecto de derogación del Decreto del 30 de marzo expedido por la Comisión Permanente relativa a la Suspensión de las Garantías Individuales (27 de abril de 1880) en, Memoria de la Secretaría de Gobernación presentada al Congreso de la Unión 1º de enero de 1879 al 20 de noviembre de 1880. México, Tipografía Gonzalo A. Esteva, 1881; P.p. 59-61, 87-91.
[25] Véase Pedro Cázares Aboytes: Bandolerismo y politización en la serranía de Sinaloa y Durango, 1879-1888, Tesis de Maestría, Facultad de Historia de la. Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, 2008., P.p. 197-135. Respecto de los núcleos de resistencia antiporfirista en Mapimí,  Jefatura Municipal: “Expediente relativo a  Manuel Jáquez y Ramón Escobar”, AHM C1 E5, 11-19 de septiembre, 1892.
[26] Una revisión pormenorizada sobre las leyes emitidas durante el periodo 1876-1888 permite observar que la política de seguridad nacional en los albores del Porfiriato, estuvo firmemente asentada en una serie de tratados internacionales, orientados al restablecimiento de las relaciones con el gobierno norteamericano. Véase: Manuel Dublán y José María Lozano: Compilación de Leyes Mexicanas Tomos VII-XIII, COLMEX, México, 2005.
[27] Véase Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX, Doctorado en Historia, UNAM-FFyL, México, 2013; P.p. 105-112.
[28] Ibídem, P.p. 113-124
[29] Javier Guerrero Romero, Del Desierto a la Serranía, Instituto de Investigaciones Históricas-UJED. Impresos del Norte, Durango, 2000; P.p. 17-18.
[30] Gabino Martínez Guzmán y Juan Ángel Chávez Ramírez: Durango: Un volcán en erupción FCE, México, 1998; P.p. 15-17
[31] William K. Meyers: Forja del Progreso, crisol de la Revuelta. 1880-1911, Gobierno del Estado de Coahuila/INERM/UIA-Laguna, México, 1996; P.p. 57, 87-88. Y Guadalupe Villa Guerrero: Durango en la Era de la Paz y del Progreso, Maestría en Historia, UNAM-FFyL, México, 1993.
[32] Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 57-63.
[33]George E. Hoke: “The Railroad of the Compañía Minera de Peñoles” en, http;//www.mexlist.com/penoles/index.htm. 14 de febrero de 2012; 15:57 hrs. 
[34] Véase Pérez Ibarguengoitia: Primer Siglo de Peñoles…P.p.31-39. Y Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 70-77. 
[35] Ibídem.
[36] Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 81-83.
[37] Carlos Hernández: Durango Gráfico. Obra completa que da a conocer detalladamente la historia del estado de Durango, su geografía, hidrografía, su minería, la estadística de su población en las distintas épocas de su desarrollo y sus poderosos elementos de riqueza en todas sus manifestaciones, Talleres de J. S. Rocha, Durango, 1903, P.p. 160.
[38] Prostitutas renuentes a la clasificación oficial, el pago de contribuciones fiscales y las revisiones médicas.
[39] Ibídem, 124-141.
[40] Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… p. 89-102.
[41] El sobrante de materiales con que la Compañía dotaba a los contratistas para los trabajos de las cuadrillas.
[42] Ibídem.
[43] Ibídem, P.p. 147-171.
[44] Ibídem, P.p. 171-182. Véase también Pablo Machuca Macías: MIL  NOVECIENTOS DIEZ. La Revolución en una ciudad del Norte, Costa Amic, México, 1978.
[45] Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… P.p. 185-201.
[46] Véase Gustavo Casasola: Historia Gráfica de la Revolución Mexicana Tomo II, Trillas, México, 1960. 
[47] Ricardo Flores Magón:“La Situación en estos momentos” en, Regeneración: 20 de mayo de 1912. También Michael Meyer: Pascual Orozco y la Revolución Méxicana,  UNAM, México, 1984; P.p. 98-101.
[48] Véase Javier I. Esparza Santibáñez: La Revolución en La Laguna, Universidad Autónoma de Coahuila, Torreón, 1992. Y Daniela A. Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX…P.p. 225-238
[49] Ibídem, P.p. 238-251.
[50] Véase Roque González Garza (et al.): La Batalla de Torreón, Gobierno de Coahuila, México, 1972.
[51] Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… P.p. 257-270.
[52] Véase Antonio Avitia Hernández: Los Alacranes Alzados, IMAC/FMCAD, México, 1998.
[53] Véase Martínez Guzmán y Chávez Ramírez: Durango: Un volcán en erupción, FCE, México, 1998. Y José de la Cruz Pacheco Rojas: Breve Historia del Estado de Durango,  FCE, México, 1999.
[54] Antonio Avitia Hernández: Alacranes Comunistas, Edición del Autor, México, 2008; P.p. 21-22. Y Daniela Andrade Gaxiola: El Real de Mapimí durante el cambio de siglo XIX-XX… P.p. 281-308.
[55] Ibídem